Obligado a bajar del andamio. ¿Y ahora, qué?

GUADALAJARA.-  Los trabajadores de la construcción forman uno de los colectivos más afectados por la crisis. Óscar Cotillas es un encofrador de La Alcarria que lleva en el 'tajo' 16 años. Desde hace dos meses, se ha visto obligado a dejar el andamio y no sabe cuándo podrá regresar. "No hay trabajo siquiera en obra civil, no es sólo el sector residencial —asegura—. Tengo amigos que han ido de obra en obra mendigando un puesto, y lo único que han conseguido es gastar gasolina a lo tonto", comenta resignado.

Con su mujer, embarazada de su hijo, Hugo.

Aunque ya ha vivido otra crisis, Óscar está preocupado porque afirma que la situación no es la misma. "Hace diez años también nos tocó vivir una racha muy mala. Se cobraba menos, te costaba más encontrar trabajo, pero algo había. Ahora, no hay nada de nada", repite. Y esto no es lo peor. Según Óscar, "los sueldos han bajado muchísimo. Están pagando 900 euros a un oficial de segunda, y las horas a 6 euros, cuando antes eran a 8 ó 9 euros", explica.

Empresarios desalmados

En su opinión, "los empresarios se ríen de nosotros, porque hay muy poco trabajo y mucha gente que lo busca. De eso se aprovechan; te pagan un sueldo que no va acorde con el trabajo que desarrollas, con el frío que pasas, y con los riesgos que corres... Los que trabajamos en construcción, sabemos que hay que tragar con muchas cosas. Pero, de momento, yo no voy a volver al tajo por menos de lo que estoy cobrando en el paro, no me merece la pena", sentencia Óscar.

Y es que su situación —dice— no es tan mala como la de otros compañeros. Está casado, tiene un hijo y una hipoteca, pero con el sueldo de su mujer y lo que él cobra del Inem les da para cubrir gastos, ya que el crédito de su casa no se lleva ninguno de los dos ingresos íntegros. Eso sí, "se han acabado los caprichos de hace un par de años", bromea.

Otros compañeros, sin embargo, sobre todo inmigrantes, no lo están pasando tan bien. "Ellos suelen tener menos paro acumulado, o hipotecas muy altas, o tienen que mandar dinero a sus países de origen, por eso aceptan los sueldos ridículos que les ofrecen", explica. O son víctimas de empresarios despiadados que se aprovechan de su trabajo y luego desaparecen sin pagar, como le ha ocurrido a algún que otro amigo de Óscar.

"Están floreciendo las pequeñas empresas de subcontratación —-lo que en la jerga del sector se conoce como 'pistolas'— que te contratan para una obra y, una vez realizado el trabajo, se largan sin pagarte. A amigos míos ya les ha pasado; por eso yo me lo pienso mucho", relata Óscar.

Dejarlo todo y partir de cero

Aunque este encofrador tiene dos años de paro —hasta octubre de 2010—, dice que no le interesa gastarlos. Por eso se pondrá a buscar de nuevo a partir de enero. Si no sale nada, "cambiaré de oficio —afirma—. Hasta que se recupere el sector, me da igual entrar en una fábrica, que ser transportista..." Incluso se ha llegado a plantear marcharse al extranjero o trabajar seis meses en una plataforma petrolífera en medio del mar. Aunque puntualiza, "si me pagaran muy bien".

Antes de tomar medidas tan drásticas que lo alejen de su familia, espera que las medidas del Gobierno para fomentar la construcción comiencen a dar resultados, y reclama que el dinero que se está entregando a los bancos llegue a manos de los trabajadores.

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