"Hemos perdido con Fadesa nuestro negocio en potencia"

Si a Silvia le hubiesen dicho hace ahora un año que su negocio iba a estar generando pérdidas, no se lo hubiese creído. En abril de 2007 inauguró junto a su pareja, Carlos, y a una amiga, María, un centro de jardinería en Miño (A Coruña). "Elegimos ese punto porque justo al lado la inmobiliaria Martinsa-Fadesa estaba terminando de construir una urbanización de chalés en cuatro fases y además, en la zona no había competencia", explica. Cuando empezaron a pensar en abrir el vivero, hace ahora tres años, "lo más cercano era Ferrol por un lado y Sada por el otro". Las circunstancias eran las idóneas para que todo fuese viento en popa.

(Enmaceta)

Silvia junto a sus socios en la puerta de su negocio.

Y así fue al principio. El primer año, Silvia asegura que «todo fue mejor de lo esperado» teniendo en cuenta que eran primerizos. "No íbamos sobrados pero lo que ganábamos nos llegaba para pagar los gastos fijos del mes y ahorrar un poco", cuenta. Ahora las cosas han cambiado. La suspensión de pagos de Martinsa-Fadesa ha paralizado las obras de la urbanización Costa Miño Golf y ha echado por tierra la que iba a ser la base de su negocio. "Si en algún momento me llegan a decir que esto iba a ir mal, lo último que hubiese pensado es que la causa sería la crisis del ladrillo", asegura.

Para finales de agosto estaba previsto que el grupo inmobiliario entregase los chalets de la segunda fase, con terrenos de entre 300 y 400 m² y Enmaceta —que así se llama el vivero— ya había hecho presupuestos para varios jardines. "Firmamos contratos con algunos propietarios, pero como todo se bloqueó nos han llamado para cancelarlos", comenta.

Desde hace cuatro meses, en lugar de tener beneficios tienen que inyectar dinero de su bolsillo para poder sacar el negocio adelante. "Menos mal que los tres trabajamos en otra cosa, si no tendríamos que cerrar", cuenta. En noviembre, por ejemplo, sólo cubrieron 1.000 euros de sus gastos fijos y los otros 1.500 tuvieron que ponerlos ellos. Su meta en lugar de acercarse, se aleja. "Queríamos que a medio plazo Enmaceta se convirtiera en nuestra única fuente de ingresos, y fíjate ahora. Se ha convertido en un niño que no para de comer y cagar. Nos ha salido caprichoso", dice.

Para Silvia es imposible apretarse más el cinturón. «Yo puedo intentar encender menos la luz, pero la hipoteca -han tenido que comprar una casa de campo para ubicar el negocio- no me la quita nadie». Ahora se plantea buscar un segundo empleo. Por la mañana trabaja en un ayuntamiento como ingeniera forestal, y por las tardes habla de "dar un curso de prevención de riesgos laborales". "No es que yo lo necesite, pero la empresa sí", dice.

De ingeniera a comercial

Lo de Martinsa-Fadesa no es el único problema de Enmaceta, aunque sí el principal. "Esto es un sector de lujo, tú primero amueblas la casa o pones unas cortinas y lo último el jardín", dice. La gente ahora se retrae y una de las cosas de las que prescinde es de los servicios de jardinería. "O lo hacen ellos mismos o esperan a la primavera porque ahora en invierno no interesa tanto tener cuidados los terrenos", lamenta. De hecho los proveedores son los que más lo notan. "No paran de llegarnos ofertas y promociones, lo malo es que no podemos aprovecharnos de ellas porque no tenemos a quién vender", asegura.

(Enmaceta)

La idea del negocio era abastecer a los chalets de la urbanización de Martinsa-Fadesa.

Con un panorama así no les ha quedado otro remedio que cambiar su estrategia de negocio. "Nosotros hicimos un negocio de entrada, no de salida, que es lo que estamos haciendo ahora", cuenta. Aunque no le gusta, Silvia dice que no le está quedando otro remedio que hacer de comercial. "Por un lado estamos contactando con ayuntamientos y asociaciones de vecinos para dar cursos, charlas, excursiones guiadas... y por otro, hemos empezado a mandar mails a empresas y pequeños negocios con promociones en jardinería interior y exterior". El siguiente paso será llamarlos o ir a visitarlos. "Hacer presión", bromea.

Lo dice riéndose, pero en el fondo asegura que no le gusta nada hacer esta labor. "Jamás creí que haría esto", dice e insiste en que le da hasta vergüenza. Pero todo vale con tal de mantener su negocio a flote. "Nosotros vamos a intentarlo hasta que no podamos más, lo vamos a intentar con todo. Hasta que estemos asfixiados", concluye.

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