Publicitarios encantados de haberse conocido

Nada hay más peligroso que un publicitario –o una agencia– con ganas de llamar la atención. Hay festivales y premios en los que la categoría "autopromo" se juzga aparte, se editan un montón de libros cada año dedicados al género, y si bien es un territorio en el que podemos encontrar ideas y resultados exquisitos, no es menos cierto que encontraremos también lo peor de la publicidad: la complacencia, el disparate… onanismo intelectual en estado puro.

Si un día Edu y yo montáramos una agencia –les aseguramos que no hay ningún riesgo de que suceda– y tuviéramos que publicitarnos, encargaríamos la campaña a otra agencia. Cuando no hay cliente no hay freno. Ni sentido de la proporción.

No hace mucho fueron los calzones de Nadal, que hay que reconocer que tuvieron su momento de gloria en informativos, en las retransmisiones de la Copa Davis, un exitazo, vamos… ¿pero para qué? Prácticamente nadie llegó a saber que detrás de aquello estaba una agencia de publicidad que buscaba autopromoción. Suponemos que sí lo sabrían sus clientes y posibles clientes, que era de lo que se trataba.

Y visto el éxito, es como si ahora tuvieran que superar el triple mortal sin red… estamos hablando de La Despensa, una agencia conocida por sus autoencargos.

La ocurrencia esta vez es intentar un viral a gran escala para recaudar lo suficiente como para comprar los primeros segundos de publicidad del año y emplearlos "en un mensaje de optimismo, sin marcas ni logotipos".

Prometen que si no alcanzan la cifra necesaria el dinero recaudado irá a parar a Médicos sin Fronteras. Bien está, aunque hay que reconocer que el trasunto es un pelín retorcido: no se sabe en qué cadena, ni cuanto dinero hay que recaudar. La gente mandará su dinero a través de SMS o mediante ingresos en una cuenta. Deberíamos ser más exigentes cuando se usa la solidaridad como argumento y se apela a la buena fe de las gentes.

De momento, sale ganando la agencia en cuestión, que sin poner un duro se promociona. Es perfectamente lícito, quizá ético, pero no estético. No hubiera estado de más un "y para dar ejemplo, esta agencia pone los primeros tres mil eurazos para la ONG". Nos costaría menos creérnoslo y pensar que no nos están tomando el pelo.

También se va a llevar lo suyo la empresa de telefonía que dé el servicio, normalmente ronda el 50%, una comisión muy alta para disfrazarlo de fines solidarios… todo esto lo estamos imaginando, no porque seamos malpensados, sino porque en la web se obvian estos intrascendentes aspectos. Resulta un poco chusco.

Al conocer esta campaña nos hemos acordado de cuando, hace unos años, se puso de moda mandar desde las empresas emails en los que se te comunicaba que ese año no recibirías su regalo navideño y el coste sería donado para una causa solidaria. Era perfecto, pero es que recibías decenas de emails de empresas que no conocías, con las que nunca habías trabajado y que por supuesto jamás te habían hecho regalo alguno por navidad.