El Ministerio de Trabajo e Inmigración estrena campaña para la prevención de accidentes laborales. No hay drama ni sangre, ni agresión verbal ni conceptual. No llama piratas ni criminaliza a los contribuyentes, no hay intervencionismo moral, no ridiculiza a nadie… debería ser lo habitual, pero es excepción. Se agradece.
La Dirección General de Tráfico llama asesinos a los conductores, El Ministerio de Cultura, delincuentes a los internautas, el de Sanidad insulta la inteligencia de los jóvenes…
Llevamos unas semanas aquí dando cera a todo lo que se mueve en lo que a publicidad institucional se refiere. Pues no todo va ser negativo, a veces también se hacen las cosas bien, y hay que decirlo.
El anuncio del Ministerio de Trabajo para la prevención de riesgos laborales nos ha gustado. Mucho. Porque no es agresivo ni trata a los ciudadanos como imbéciles. Porque no hay dramatismo exagerado. Porque está muy correctamente rodado, sin alardes innecesarios.
Cuenta una pequeña historia, recurre a un juego infantil pero no es ñoño. Es un acierto doble que lo locute un niño, en primer lugar porque hoy por hoy el papel de concienciación de los adultos les ha tocado a los hijos llevarlo a cabo: papá, ponte el cinturón; mamá, no fumes tanto, papá, hay que reciclar… y en segundo lugar, porque el mensaje no les es ajeno a los niños, que un día serán mayores y es bueno que les vaya sonando lo de la seguridad en el trabajo.
Cambiando de tema, también nos ha llamado la atención que el Ministerio de Trabajo lo es ahora también de Inmigración. Hay una fiebre por el etiquetado ministerial que carece de sentido, y del que no se libra ni la derecha ni la otra derecha. Es como que cualquiera que transita por el poder tiene que dejar su cagadita, y lo hace en forma de denominación departamental. Gallardón, por ejemplo, allá por donde pasa elimina el denominativo «cultura», por demasiado de izquierdas, suponemos, y pone el de «las artes», cursi e inapropiado donde los haya. Llevándolo al extremo, tenemos el barrizal denominativo por el que han pasado Industria, Tecnología, Innovación, Ciencia, que hace que ni los propios funcionarios sepan muy bien ni dónde están ni qué hacen.
En el fondo no es más que un problema de comunicación institucional. Pero esta es otra historia, que merece ser contada en otra ocasión.
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