Me gusta el furbo

Y me gusta a pesar de todo. Es decir, que me gusta a pesar de los presidentes de los equipos, versión moderna de los tradicionales mafiosos. Me gusta pese la simpleza de los jugadores, la brutalidad de los ultras, la altivez de los entrenadores, la sinvergonzonería de los directores deportivos, la avaricia de los representantes... Pese a Cebrián y Roures. Pese a los comentaristas de las retransmisiones televisivas. Pese al precio de las entradas y los sueldos de las estrellas. Pese a los partidos amañados y los jugadores corruptos. Pese a los Manolos (Lama y Carreño), 'El Larguero', 'El Tirachinas', el Marca y el As. Es decir, pese a la ausencia de un periodismo futbolero de calidad.

(REUTERS)

Eto'o en acción.

Me gusta mucho el fútbol, aunque se empeñen en llamarlo furbo. Y me entristece que se haya convertido en trampolín para constructores con ínfulas de poder, en desahogo de nazis, en negocio de empresarios de comunicación 'de izquierdas'. Juan José Sebreli, ensayista argentino que acaba de publicar el libro 'Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos' (Debate), decía en una interesante entrevista en Público: "adorar a Maradona simboliza la decadencia de nuestra sociedad". Tiene razón. Nos ponen el cebo, las estrellas, y mientras contemplamos embobados sus destellos nos meten la mano en la cartera: el Atlético de Madrid deja su estadio para jugar, a partir del 2012-2013, en La Peineta. Los 31.000 metros cuadrados del Calderón se convertirán, según el acuerdo firmado entre Gallardón y Cerezo, en "zona verde pública sin ánimo de lucro". ¿Ustedes se lo creen? Yo desde luego no.

Y eso que como atlético no me puedo quejar del fin de semana. Si fuese de otro equipo, es decir, si tuviese un talante menos deportivo, menos grandeza en las victorias, me hubiese alegrado de la derrota del Madrid frente al Barça. Pero no lo hago: hay que respetar a los equipos que están por detrás en la clasificación.

Lo siento pero tengo que hablar obligatoriamente del clásico, jugado en el Nou Camp y retransmitido por La Sexta con la peor pareja posible de presentadores: Montes-Salinas. El primero, la repetición, la falta de ingenio, la monotonía chillona. El segundo, la ignorancia, la ausencia de talento, la simpleza. Nunca ese botoncito del mando con un altavoz tachado fue tan necesario.

Montes y Salinas, como los Manolos en Cuatro, son el perfecto ejemplo de periodismo deportivo de bajísima calidad. Un periodismo que no nos merecemos los aficionados exigentes, que buscamos comentarios creativos y análisis que vayan más allá del "fue un partido a cara de perro" o del mote patético. Si huyes del tópico, de la majadería, de la rutina, tu periodismo deportivo está limitado a tres o cuatro firmas interesantes. El resto, el 99% del material dedicado al fútbol generado por la prensa española, es basura. Antonio Lobato, en una excelente entrevista de Javier Salas publicada el pasado lunes también en Público, ponía de alguna manera el dedo en la llaga: "los informativos ya no los hacen periodistas; los hacen empresas".