Rojo y Rojo

¿Sabe usted qué es un flebotomista? Yo sí. Lo leí hace unos días en el New York Times. Un flebotomista es aquel ser especializado en la apertura de venas para la extracción de sangre. El reportaje del New York Times en el que venía la palabreja se centraba en 'Dark banquet', un libro en el que el biólogo Bill Schutt analiza el mundo de los chupadores de sangre. Seres que le han cogido el gusto a alimentarse con esa mezcla de células sanguíneas y plasma: murciélagos, pulgas, pinzones vampiro, cardirús, sanguijuelas… Al bueno de Schutt sólo le faltaba una especie, que pongo a su disposición por si quisiera incluirlo en futuras ediciones de su libro: Nacho Abad, presentador de 'Rojo y Negro', el nuevo programa de Telecinco sobre violencia, crímenes, asesinatos, vejaciones, degollinas, palizas, homicidios, violaciones y todas aquellas fechorías que rebajan al ser humano a la condición de bestia inmunda.

Nacho Abad.

Que me perdonen garrapatas, tenias intestinales y ácaros de la sarna, pero no tengo más remedio que compararles con Nacho Abad, consumado especialista en el ectoparasitismo, forma especializada de parasitismo basada en alimentarse de sus víctimas desde el exterior de ellas. En su caso, entrevistándolas o contando sus desgracias. Cuidado que no se trata de un insulto, ni mucho menos, puesto que los parásitos hematofágicos, otra palabreja, también son hijos de Dios.

Nacho Abad presenta «Rojo y negro», un programa que, por sus contenidos sanguinolentos, sin duda debería llamarse «Rojo y rojo». Les resumiré los del primer programa: abren con una gran exclusiva, las imágenes de la agresión al profesor Neira registradas por una cámara de seguridad. «Esto es sólo el principio», dice el macabro presentador, que se recrea en el número de golpes y el regreso de Neira a la UVI. «Lo primero que me gustaría que analizásemos son los tres puñetazos», comenta con su psicólogo de cabecera.

Inmediatamente después presenta el caso de Maores, una niña que «solo tenía quince años cuando el amor se convirtió en su sentencia de muerte». En plató se encuentra la madre de la joven fallecida de manera violenta: «Herminia, son once días de dolor, de ausencia de Maores, ¿Cómo te encuentras?». Antes de que el telespectador tenga tiempo para reponerse del siniestro topicazo, el chupasangres ya tiene otro personaje en plató: el padre de Miriam, una de las niñas de Alcasser. Y así, dos horas.

¿Saben ustedes cuántas veces repitieron en «Rojo y negro» las imágenes de los puñetazos al profesor Neira? Diez, veinte… ¿más de treinta veces? Horas después, el resto de programas de Telecinco, desde Ana Rosa a los informativos, utilizaron esas imágenes como principal gancho, como seña de identidad de la cadena. ¿Cuántas veces emitió ayer Telecinco la secuencia de los puñetazos? ¿Cien? ¿Doscientas veces? Cuando escribo estas líneas, el vídeo abre las web de Telecinco y de elmundo.es. ¿Se imaginan cuanta gente verá, a través de estas páginas líderes en visitas, la agresión más mediática que se ha producido en nuestro país desde que Ruiz Mateos golpeara, con tanta saña como estilo, a Miguel Boyer?

El chupasangre consigue las imágenes y las emite como gran exclusiva. Pero el proceso de rentabilización de la miseria ajena no acaba ahí: inmediatamente después reparte el macabro contenido entre los flebotomistas que inundan los medios de comunicación (algunos se hacen llamar periodistas, para disimular). Periódicos, webs y televisiones se convierten, adaptando a Alarcón, en el puerto de todos los dolores.

Volvamos al programa de Telecinco. Por el título, alguien podría pensar que

«Rojo y negro»

es un programa inspirado en la obra maestra de Stendhal. Después de verlo, es evidente que tiene más afinidades con El Caso, diario franquista de sucesos. De hecho, se trata de El Caso convertido en televisión. Es decir, un regreso a la peor España, esa con chinches en las camas, moscas en las carnicerías, muertos en las cunetas y militares en la política. Un programa bananero, miserable, indecente, que se alimenta de sangre y convierte la muerte en espectáculo.

Un programa de esos que hacen odiar la televisión. Y consolidan a Telecinco como estercolero.

Un motivo para no ver la televisión

Rory Block.
Blues WalkinŽ Like a Man
Stony Plain Records

Rory es una guitarrista de blues nacida hace 59 años en Nueva York. Y éste, su disco número 25, es un homenaje a Son House, la leyenda de Riverton, Mississippi. Eddie James House forma parte de la mejor historia del blues del Delta: conoció a Robert Johnson y Charly Patton, tocó con Willie Brown, e influyó a Muddy Waters… y a cientos de guitarristas más.

Hace dos años Rory ya rindió tributo a Robert Johnson. Son House era una continuación lógica en esta sucesión de homenajes a los maestros de los doce compases. Un homenaje apasionado que demuestra la gran guitarrista que es Rory Block, en cualquiera de los estilos bluseros. Con el slide, por ejemplo, no tiene nada que envidiar a Bonnie Raitt.

En este disco Block interpreta trece canciones de House. Guitarra acústica, una sensibilidad enorme y un respeto absoluto por las tradiciones es todo lo que ha necesitado para grabar una obra inolvidable.