Dadme una guitarra y moveré el mundo

Escenarios de cientos de metros, decenas de camiones para mover toneladas de equipo. Miles de vatios de luz y sonido. Pantallas de vídeo gigantes de última tecnología, efectos especiales, cuerpo de baile, decenas de cambio de vestuario... Todo es poco para espectáculos de masas donde todo está controlado al milímetro y toda concesión a la improvisación está fuera de lugar. Esperas horas de cola pasando frío o calor en la calle, pagas cientos de euros por una entrada que te permitirá ver sólo una parte del espectáculo y, para ser consciente de lo que te has perdido aún abonando la localidad más cara, te verás obligado a desembolsar más dinero en la posterior compra del dvd oficial.

¿Es esto realmente música o sólo una máquina obscena e indecente de hacer dinero por parte de artistas totalmente faltos de creatividad que tienen que ocultar sus carencias entre fuegos de artificio? Más de una vez lo he pensado cuando asisto a conciertos en pequeños clubs y veo que, con sólo una guitarra y un micrófono, un artista de verdad, de los que escriben su profesión con mayúsculas, puede dar más espectáculo y conectar con la gente de una manera más directa y emotiva que cualquier mamarracha mediática de hoy en día.

Jason Ringenberg, cantante de los desaparecidos Jason and the Scorchers. Aparece en el escenario de un pequeño club con cabida para 150 personas con una camisa roja vaquera, botas de piel de serpiente y un gorrito de cowboy de cuero negro. Armado sólo con un micrófono y una guitarra acústica donde con cinta aislante negra ha pegado un enorme letrero con la palabra de moda: 'Obama'. Ya saben, ese político al que comparan con Kennedy y del que dicen que si llega a la presidencia tendrá su mismo final.

El público que llena la sala le es fiel y sabe sus canciones. Jason baila con su guitarra, golpea el suelo con sus botas para marcar el ritmo y antes de terminar la primera canción espectadores y artista están en perfecta comunicación. Por delante, queda una hora larga de concierto donde Ringenberg habla con el público, acepta peticiones para interpretar sus éxitos, les obliga a cantar con ellos y deja espacio incluso para el repertorio de Farmer Jason, el alter ego con el que graba discos de country y música vaquera para niños y que está teniendo un gran éxito en Estados Unidos. Tanto, que en recientes declaraciones admitía que puede vivir mejor de las ventas de los discos de Farmer Jason más que de los suyos propios.

Entre canción y canción Jason Ringenber cuenta anécdotas, historias sobre canciones, charletas políticas o la leyenda sobre unos extraños artefactos de los que nadie se acuerda que eran redondos y negros y tenías que ir a comprarlos a unos sitios llamados 'tiendas de discos'. Sí amigos, había que ir a unas tiendas a comprarlos, ohhh, decía Jason, misterioso como el que cuenta una historia de fantasmas a la luz de la hoguera. Esos artefactos negros al llegar a casa los ponías en una caja cuadrada llamada tocadiscos, cogías un brazo larguísimo que en su extremo tenía un pincho, ponías el pincho encima del artefacto negro redondo que se ponía a dar vueltas y... ¡sonaba música! "Es de locos", decía Jason entre risas del público, "salir de casa para comprar un disco y ponerle un pincho para que suene. Eso es imposible".

Carátula de 'Best tracks and side tracks'.

Al final del concierto, avisa que en la esquina del escenario tienen un puestito para vender discos y que no se preocupen, que luego va él y se hace fotos con todo el mundo, firma los cds y todo eso, entre ellos la recopilación que acaba de publicarse de su obra llamada 'Best tracks and side tracks'. Por simpatía que no quede. Mientras, desde el puesto de discos junto a un enorme rockero barbudo, una diminuta chica con dos coletas sigue atenta el concierto.

Va vestida con vaqueros, playeras y una camisa de cuadros. Pequeña y rubia, con sus dos coletas se parece a Sissy Spacek cuando hizo de Loretta Lynn en 'La hija del minero'. Es Stacey Earle, que, junto con su marido, Mark Stuart, son los siguientes a subir al escenario. Ella es hermana de Steve Earle, uno de los cantantes country más politizados y de izquierdas de Estados Unidos. Stacey lleva su acústica en una funda blanca muy usada y llena de golpes y pegatinas. Se ve que ha recorrido muchos escenarios y, por supuesto, en ella tampoco falta un enorme adhesivo de la campaña para la presidencia de Obama.

Stacey y su marido, Mark, presentan un disco doble llamado 'Town Square'. Lo suyo son baladas intimistas. Toques vaqueros y folk para escuchar en total silencio. El público la respeta, la aplaude y la admira. La conjunción en el escenario de la pareja es total y, de nuevo, al igual que con Jason, la comunión entre artista y público es completa. Son muchos los que en las primeras filas mueven los labios acompañando en silencio a la voz de Stacey, y, al final, es el público el que en varias canciones termina cantando la última estrofa. Stacey, emocionada, sólo puede decir que es uno de los más bellos públicos que ha tenido en mucho tiempo. Mientras, Mark logra arrancar la carcajada del público en el que abundan tanto camisas de country y vaqueras como chalecos con parches de motorhead o camisetas de Tom Petty, con su imitación del cantante de country Willie Nelson. Es una noche mágica.

Al final se les une Jason Ringenberg y como trío interpretan varios temas como despedida. Suenan los Birds, entre otros, y Mark vuelve a hacer su imitación de Willie Nelson. Jason tiene que dejar de cantar y se muere de risa apoyado contra la pared del escenario. Termina el concierto y mientras recogen los trastos se pasean por el local, firman los discos y posan para todos los móviles y cámaras que les ponen delante... Sin managers ni servicios estúpidos de seguridad. Sin poses de divo. Cuando se es artista de verdad, no se necesitan barreras ni disfraces absurdos.

En la puerta un niño de unos 10 años sale con su madre. Seguro que ha sido su primer concierto y es difícil que algo tan bello lo olvide en mucho tiempo. Tras pasar por Bilbao y Madrid, Jason Ringenberg y Stacey Earle presentarán sus discos en las siguientes fechas de octubre:

• Algeciras día 21, en el Salón de Actos de la Escuela Politécnica.
• Tomelloso día 23, en la Sala Beat.
• Valencia el 24, en la Sala Matisse.
• Barcelona el 25, en la Sala Sidecar.
• Terminan en Mallorca el domingo 26, en el Parque Porreres.

*Alejandro Arteche es nuestro colaborador de música.