El influyente columnista de The New York Times, Thomas L. Friedman, ha abrazado el credo ecologista. La conversión se ha plasmado en un libro, 'Hot, Flat and Crowded. Why we need a Green Revolution'. Con esta obra se ha lanzado al asalto de las mentes de los altos ejecutivos estadounidenses (los dueños del mundo, o sea), a quienes pretende convencer de que sólo un giro ambiental puede salvar al capitalismo de su país. A Friedman se le conoce por sus posturas a favor de la guerra en Irak, el neoliberalismo, la globalización y cosas del estilo….¿Cosas vederes que non crederes?
El último libro de Friedman
No tan raro; en realidad. Friedman es sólo el último de los miembros del 'establishment' que se cae del caballo y ve la luz verde al final del túnel, y con furia de converso sale a predicar el evangelio ecologista tal como él lo entiende. Y les adelanto que su versión difiere mucho de la que tiene un activista de toda la vida. Un nuevo paradigma emerge; sacando unos pocos dinosaurios demasiado pringados con los negocios contaminantes, las élites van aceptando que no hay más opción que tomar en cuenta el medio ambiente.
¿Se acabaron las ideologías, o mejor dicho, asistimos al nacimiento de una única cosmovisión ambientalista que a todos nos hermana? No; más bien sucede que los viejos alineamientos políticos reaparecen dentro del arco iris, con lo que tenemos ecologistas de derechas, de centro y de izquierdas… Friedman pertenece al primer grupo, el de los interesados en tomar del ideario verde las partes que ayuden a enmendar el capitalismo en crisis, sin modificar lo esencial, y en el caso del columnista, en preservar la hegemonía estadounidense en la era del Cambio Climático. Los reconoceréis por su fe ciega en las soluciones tecnológicas (heredada del desarrollismo) y en la capacidad del mercado para corregir el desaguisado ambiental, y por su silencio frente a los problemas sociales que subyacen al deterioro del entorno (distribución injusta de la riqueza, explotación de los países pobres, responsabilidad de las multinacionales, etc.). Digamos que quieren cambiar todo para que nada cambie.
En el otro extremo tenemos a los convencidos de que el ecosistema –y la especie humana- no se salvará sin un radical cambio social, pues la culpa del desastre se la achacan al capitalismo (los más coherentes extienden su repudio al contaminante socialismo real). Sus variopintas huestes las componen los adversarios de la industrialización a secas, junto con enemigos de la industrialización centralizada (los adeptos al 'Small is Beautiful' ), acérrimos oponentes al consumismo, partidarios del crecimiento cero, enemigos del automóvil, etcétera. Pese a sus diferencias, coinciden en que la crisis ambiental la paguen los que más tienen (casualmente los que más contaminan). Su gran pega: la falta de un modelo alternativo al denostado capitalismo.
Y en el medio se sitúan los que combinan aspectos de ambos polos. Los distinguiréis por su apuesta por la intervención estatal para corregir el deterioro ambiental y por su gradualismo. Les encantan las soluciones de compromiso: consumismo sí, pero responsable; desarrollo, sí, pero sostenible; coches sí, pero eléctricos; controles a la industria, sí, y también subvenciones; en otras palabras: carril bici y también autovías rápidas. La muestra del centrismo ecologista es el Protocolo de Kioto, que busca reducir las emisiones poco a poco sin alterar drásticamente la base industrial, mediante consensos políticos, mercados de emisiones y tecnologías limpias. Este retrato robot le pega al gobierno ZP. Siempre se les podrá acusar de andarse con medias tintas.
Preparémonos, pues, a ver cómo la polémica ecológica se politiza y cómo el debate político se ecologiza.
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Para llegar a un cambio social, hay que hacerlo gradualmente. Creo que en eso están la gran mayoría de los ecologistas militantes. +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA) casi la mitad de la energía consumida en los hogares españoles se debe a la calefacción y en la mayor parte de los casos no se hace de manera eficiente.
En: Twenergy
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