BILLUND (DINAMARCA).- La temática de parques de atracciones ha superado ya todas las barreras. Sin embargo, en la tierra de los cuentos, hay una frontera que deberías cruzar. Tienes que venir… y entrar.
Mira bien: no es un rodaje real, sino uno con 'legos'.
Los juguetes Lego tienen sus propios parques; y ,a pesar de haberlos visto por la tele (Los Simpson y su familiar día en 'Cubolandia', simple parodia), no deja de sorprender el hecho de que exista un lugar fabricado con juguetes de plástico, donde los adultos entran en sus recuerdos y los niños aparecen pixelados en las fotografías digitales, efecto que se produce por la singular forma cuadrangular de las piezas y cosas de este mundo nuevo.
Realmente no todo es como lo pintan, pero merece la pena hacer una incursión en dirección a nuestra infancia para recordar los juguetes que fueron nuestros y que luego pasaron a nuestros hermanos pequeños. Podemos empezar con los Duplo (los Lego para bebés) y después encajar esas mismas piezas con las originales, mucho más pequeñas y (paradójicamente) para niños más grandes. Porque con ellos han crecido desde los niños de los años 30 (éstos jugaban con piezas de madera) hasta los que juegan hoy.
En 1968 se inauguró este parque dedicado a este peculiar juguete (ahora ya no nos llama tanto la atención porque estamos acostumbrados). Se trata de una gran explanada muy cerca de Billund. Es un verdadero mundo: aparte de contar con miniaturas de muchas ciudades nórdicas, como Copenhague, Bergen, Goteborg o el propio Billund, aquí se puede observar el monte Rushmore sin necesidad de viajar hasta Dakota del Sur o los estudios de Hollywood sin pasar por California. Hay más: el palacio de Buckingham, Ámsterdam, el Dr. Livingston, los cuentos de Hans Christian Andersen, el Far West, la estatua de la Libertad, la tierra de los Piratas…y en definitiva, un país de Nunca Jamás del que nunca debió salir Peter Pan. Todo ello integrado en atracciones para niños, casi todas suavecitas, pero otras divertidas y arriesgadas. Una de las cosas más interesantes fue descubrir una de ellas, que funciona a modo de lavadora: insertas la tarjeta, decides el programa que te apetezca y subes. El parque cuenta además con numerosos puestos de comida y un hotel, pero de eso no hablamos porque los precios son exorbitantes y los niños no entienden de dinero.
Y aunque para los niños de hoy los Lego siguen siendo 'lo más', su historia es antigua: empieza en los años 20 del siglo XX. Ole Kirk Christiansen era un carpintero de una pequeña ciudad danesa llamada Billund. Tal y como sigue siendo ahora, este sitio era común y corriente, ni muy bonito ni muy feo. Christiansen se dejaba la piel en hacer muebles de madera para que los demás pudieran vivir más cómodos en sus casas, trabajaba día y noche, pero en su brillante mente germinaban ideas que lo llevarían a ser el primer emprendedor de los juguetes Lego, pero eso aún no lo sabía ni él mismo. En el año 1924 se produjo un fatal incendio en su taller de carpintero y perdió todo lo que tenía. Aprovechando la malograda circunstancia abrió un nuevo taller más grande y productivo. Para aprovechar mejor el espacio de este nuevo taller, sus aprendices realizaban maquetas y muebles en miniatura que acabarían proyectándose a tamaño natural. De esas maquetas viene la idea de los juguetes; un negocio pensado más para el entretenimiento y diversión de los niños que para la monotonía de la fabricación de simples muebles. A pesar de que la idea se desarrollaba en su mente, no fue capaz de ejecutarla hasta que un amigo le sugirió que en vez de continuar con la carpintería podían enfrentarse juntos a un nuevo reto. Christiansen aceptó y durante un tiempo combinó el convencional taller de carpintería con la fabricación de juguetes.
Cuando el carpintero vio realizado su proyecto las cosas habían cambiado: ya no era necesario fabricar más muebles y los juguetes no se hacían con madera sino a base de plástico, estamos hablando del año 1949.
La peculiaridad más enigmática de este proceso es que los juguetes que empezó a fabricar Christiansen se podían despedazar, desmontar, reconstruir y desguazar, con la segunda oportunidad maravillosa de volverlos a reinventar. De este modo, los niños dejaron de llorar cuando se les rompía un juguete y los padres se ahorraban dinero, porque los juguetes podían volver a adoptar nuevas formas con las distintas piezas que lo formaban. Además si se usaba la imaginación los juguetes resultaban mucho más interesantes, con extremidades imposibles y ojos de colores.
Otros parques Legoland se encuentran en Alemania, Estados Unidos e Inglaterra; pero no te engañes, éste es el de verdad. Aquel que se fundó hace ya 40 años al lado de ese pueblo en el que un carpintero decidió dejar de fabricar muebles para empezar a hacer felices a los niños, todo un sueño.
¡Ah! Una última curiosidad: el nombre de Lego viene del idioma danés, 'leg godt' significa 'juega bien'. Este nombre fue acuñado por el propio Christiansen.
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