Ya no estoy en crisis. Ahora estoy deprimido

¿Os acordáis del debate sobre si había crisis económica o no? Ahora, con el paso de los meses, con la caída de los indicadores financieros, todo aquello parece una discusión inocente e infantil, una más de las pataletas parlamentarias, una estrofa de aquella canción que decía 'que sí, que no, que nunca te decides'. Ahora las cosas se han puesto serias y toca remar en pandilla.

(EFE)

¿Camino a la depresión?

En aquel entonces, algunos términos dieron el salto desde los diccionarios de economía hasta el vocabulario del común de los mortales. Por ejemplo, aprendimos que existe recesión cuando se enlazan dos trimestres consecutivos con crecimiento negativo. De momento, y desde un punto de vista técnico, todavía no hemos llegado a ese punto. Pero tal vez sólo sea cuestión de tiempo.

Una de las mayores instituciones que se dedican a vaticinar el futuro económico (con permiso de las pitonisas noctámbulas de las cadenas locales) es el Fondo Monetario Internacional (FMI), y ya ha pronosticado crecimiento negativo en España y otros países, como Estados Unidos, para el año que viene. O sea: que la recesión está llamando a la puerta y ya no vale hacerse el sordo.

De hecho, la gente ahora mira un paso más allá y empieza a hacer paralelismos entre la situación actual y el crack del 29, el que fuera punto de partida de la crisis económica más severa que recuerda el capitalismo: la Gran Depresión. Incluso el presidente Zapatero, aparcando por un momento su afán de infundir confianza, ha reconocido que estamos ante la crisis financiera "más grave desde la Gran Depresión". El director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, también ha realizado una reflexión en el mismo sentido.

¿Gran Depresión? ¿Hay que ir corriendo a las farmacias para armarse de Prozac? No hace falta. El futuro de la cuestión está en manos de nuestros dirigentes internacionales [vaya, tal vez no haya que descartar el Prozac tan pronto]. Lo cierto es que los síntomas necesarios para afirmar que la depresión está aquí son muy contundentes, y no son tan negociables como aquellos criterios para determinar si hay crisis.

La definición más asequible sería la de decir que la crisis es una recesión muy prolongada (la recesión breve suele conocerse como corrección económica). Por lo tanto, hace falta que transcurra el tiempo para poder hablar de ella. Pero si aparece, será fácil reconocerla, ya que según las definiciones que recogen los diccionarios económicos, se caracteriza por una reducción sostenida de los niveles de producción industrial, unos índices de desempleo desfasadamente altos, inflación desmedida y una fuerte reducción del comercio internacional y del movimiento de capitales. Todos estos síntomas de forma simultánea, en muchos puntos del globo y durante un elevado período de tiempo. La Gran Depresión afectó a muchos países y se prolongó durante cerca de una década, y sus efectos sociales y culturales fueron devastadores.

John Kenneth Galbraith, discípulo de Keynes, defendió que no se puede establecer una diferencia razonable entre recesión, depresión y corrección económica, más allá del deseo de evitar que el pánico se apodere de la población. Tal vez sea cierto, pero la caída del 7,9% que ha sufrido hoy Wall Street tampoco ayuda mucho a evitar el pánico.