Violet es una empresa francesa que —igual que otras se dedican a fabricar casas o coches— tiene como objetivo conectarlo todo a la red. Y 'todo' puede ser desde un conejo de juguete a una piedra o un paraguas. "Queremos darle más vida a internet, conectarle cosas, objetos del mundo real" explicaba esta mañana en Madrid Rafi Haladjian, presidente de la compañía. Su primera creación fue una lámpara que se ruborizaba al recibir SMS amorosos, apenas un prototipo de súbito éxito del que se vendieron 170 unidades a 800 euros. El segundo intento de animar un objeto les salió mejor aún. Inventaron Nabaztag, un simpático conejo que utiliza wifi para recibir noticias en tiempo real, información meteorológica, mensajes de correo electrónico, canciones o sencillamente, mover las orejas. Vendieron 5.000 en 10 días.
Nabaztag en formación
Nabaztag es hoy un juguete de culto para 'techies', que han creado para él cientos de aplicaciones que aprovechan sus capacidades para aportar información sin la atención constante de su propietario (es un 'ambient device'). Pero también es un símbolo de "la internet de las cosas", una visión de la red como una suma de millones de objetos conectados. Si en los 90 se conectaron millones de ordenadores y en los primeros años del siglo XXI le tocó a los teléfonos móviles, la década que viene será el momento de conectar "9 millones de millones de zapatos o 18 de camisetas", argumenta Haladjian. Y muy serio, añade: "si se pueden conectar conejos, ya se puede conectar cualquier cosa".
La forma de crear una red de objetos se conoce desde hace tiempo: vía RFID. Considerada por algunos como una simple evolución de los códigos de barras y por otros como una tecnología diabólica, se trata de etiquetas que identifican objetos mediante ondas de radio. Formadas por una antena y un chip, se adhieren a un producto para identificarlo de forma única y almacenar información en él. Cuando la etiqueta inteligente penetra dentro del campo electromagnético de una antena lectora, se activa automáticamente para desvelar su contenido. Hasta ahora producir y leer estas etiquetas se quedaba exclusivamente dentro del comercio minorista o la logística. Se pueden encontrar en algunos sistemas antirrobo, o en algunas tarjetas de transporte, por ejemplo.
Mir:ror, el lector de RFID casero
Pero hoy Violet ha presentado Mir:ror, el primer lector de etiquetas RFID para el mercado masivo, que permite a los usuarios programar ellos mismos sus propias etiquetas para el fin que decidan. Para convencer al consumidor de sus bondades, las etiquetas han sido insertadas dentro de pequeños conejitos de plástico o en bonitas pegatinas con pinta de sellos (ztamp:s). Y el receptor, en una especie de posavasos luminoso que se conecta al ordenador vía USB y sobre el que se depositan los objetos etiquetados. El dueño de un Mir:ror puede seleccionar entre un amplio directorio de servicios y aplicaciones qué acción irá asociada a cada etiqueta, y por tanto, a cada cosa. El fundador de Violet cuenta que la idea es "personalizar cualquier objeto". Algunos ejemplos, de los muchos que pueden existir:
Añadido a las llaves de un niño, puede avisar a sus padres mediante un email de cuándo ha llegado a casa. Sobre una taza, puede enviar el mensaje de estado "me estoy tomando un café" a FaceBook o a Twitter
La empresa francesa dice que su intención con este accesorio USB es más bien "provocar al mercado, intentar que se de cuenta de las grandes posibilidades de los objetos". Mir:ror funciona con cualquier PC con Vista o XP y en los Mac. El 'kit' con el 'posavasos', dos conejitos en miniatura con RFID dentro y tres etiquetas en blanco cuesta 45 euros, y Violet ha tenido la delicadeza de permitir que cualquier etiqueta RFID en blanco pueda ser reciclada y usada. Doce etiquetas más cuestan 19 euros.
Y tú, qué crees ¿Te gusta la idea de etiquetar tu paraguas o tus llaves? ¿Se te ocurre alguna otra forma de usarlo? ¿Crees que es una tecnología prometedora o un simple juguete más?
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