Nazis, teutones y tesoros escondidos

A Matz Mainka siempre le gusta realizar historias que comienzan en una época pasada y continúan o se desarrollan transcurridos varios años en el futuro. Ya lo demostró con su obra 'La Sospecha' y lo vuelve a hacer esta vez con 'El Retorno a Novogorod'. Además, siempre están involucrados los nazis de alguna manera. Supongo que el ser alemán (a pesar de estar afincado en España) le influirá de alguna manera.

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En esta ocasión, la acción comienza en 1245, cuando la Orden Teutónica asentada en Rusia sufre una importante derrota a manos de los rusos, que, unidos por Alexander Nevskij, consiguen expulsarlos de sus tierras. Obligados a huir, de cualquier forma, una pequeña expedición, liderada por una princesa alemana, pone rumbo hasta la aliada Finlandia arrasando de paso todo lo que encuentra en su camino, particularmente las iglesias con sus grandes tesoros.

Justo cuando acababan de dar con uno de los botines más impresionantes, son cazados por los rusos. La situación es desesperada, así que la princesa manda hundir el tesoro en un lago helado y meter un pequeño mapa en una cruz, que le da tiempo a esconder antes de ser decapitada.

Por casualidades del destino, 700 años después, la cruz caerá en manos de un soldado español de la división azul que, siete años después, tendrá que malvenderla en el rastro a un profesor del Museo Nacional de Antropología.

A partir de aquí, entrarán en escena un siniestro grupo de nazis que querrán hacerse con el tesoro para levantar un IV Reich, cosa que suponemos se desarrollará en tomos venideros, pues éste es el tomo 1.

Mainka consigue atraparnos desde la primera página, en la primera parte con esa historia medieval, y esas batallas llenas de caballeros, armaduras, y luchas de espadas. A pesar de que su dibujo no parezca el ideal, cumple de sobra, y lo mejor que tiene: se documenta de una forma extraordinaria.

En la segunda y tercera parte de la historia, el guión coge tintes más habituales de las tramas de conspiraciones, pero no pierde nunca el interés.

El dibujo es claro y tiene fuerza, aunque peca de tener un deje de los 80 que no consigue quitarse en algunos momentos.

Desde luego, este primer tomo deja con ganas de que el segundo aparezca rápidamente, a ver cómo discurren las aventuras de los protagonistas.

* Ricardo Mena es nuestro experto en cómics.