Islamabad.- En un enrarecido ambiente de tristeza y resignación por la ola de violencia que sacude al país, Pakistán celebra estos días el Eid-ul-Fitr, que marca el fin del mes de ayuno del Ramadán, con la esperanza de que traiga un aire de cambio.
Dos panaderos preparan dulces para celebrar el Eid-al-Fitr en Peshawar (Pakistán), que marca el final del mes sagrado musulmán del Ramadán.
Millones de paquistaníes se desplazan a sus pueblos natales para reencontrarse con familiares, ofrecer oraciones a sus fallecidos y disfrutar de banquetes tras haber estado 28 días cumpliendo con las exigencias del Ramadán: sin comer, beber o fumar durante las horas de sol.
"El Eid es una fiesta muy bonita. Es como la Navidad cristiana. La gente se alegra de poder hacer libremente todas esas cosas que en el mes de ayuno no pudo. Es un momento para la familia y los niños, para la solidaridad y la generosidad", explica a Efe el profesor universitario Nasim.
En Pakistán, el comienzo de la festividad llegó este año con suspense y controversia.
El comité encabezado por el muftí Munibur Rehman mantuvo a los ciudadanos en vilo hasta altas horas de la noche del martes, porque no era posible divisar en ninguna parte el haz de luna que marcaba el inicio de las celebraciones, que se prolongarán ahora durante tres días hasta el sábado.
Pero en esta ocasión, el Eid-ul-Fitr aparece teñido de una cierta frustración por los acontecimientos violentos que han sumido a Pakistán en la inseguridad, como el brutal atentado suicida contra el capitalino hotel Marriott que dejó 54 muertos el pasado 20 de septiembre.
De hecho, las televisiones locales han dedicado mucho espacio a reportajes sobre las víctimas del terrorismo y de las operaciones militares, al tiempo que la prensa ha publicado decenas de anuncios de solidaridad con llamamientos a la ciudadanía.
"Es un Eid algo triste. Se ha rezado mucho para que nos libremos de este sinsentido de los atentados suicidas y por la gente que en Bajaur o el valle del Swat está teniendo que abandonar sus hogares", dice el profesor, en referencia a los combates que el Ejército libra desde hace meses contra los insurgentes del noroeste.
Nasim, que reside en Islamabad, se desplazó con su familia a una pequeña localidad del Punjab (este), para reunirse con más de una treintena de familiares.
"Tras el rezo en la mezquita del primer día y visitar el cementerio, es habitual comer los 'siwiijan', una especie de espaguetis con crema muy dulce. Después se celebran comidas y cenas copiosas que suelen presidir la persona más anciana de la familia. Cada día las organiza un pariente distinto", relata.
El Eid, según Nasim, es un tiempo de generosidad y solidaridad tras la "reflexión y el sacrificio" del mes del Ramadán, como ilustra un anuncio de televisión que circula estos días.
En la campaña, el hijo de una feliz pareja de trabajadores ansía unos zapatos, que su padre le compra gracias a su esfuerzo; pero al obtener su regalo, el hijo ve a otro niño aún más pobre y sin calzado, así que le da el suyo.
Y su madre, al ver el gesto, derrama una lágrima y le da un beso.
A los niños se les compra ropa y zapatos, mientras que los sirvientes, otros empleados y los pobres son obsequiados con el "eidi" (dinero) y la "fitrana" (limosna), "una cantidad que depende de la relación que se tenga con la persona", según Nasim.
La festividad desata una ola de movimientos no sólo en el interior del país, sino de expatriados paquistaníes que regresan a casa.
"Estos días no damos abasto. Tenemos muchas peticiones de viajes de gente que viene de Dubai, Emiratos o Reino Unido. Los autobuses y aviones van repletos, quien no reserva con antelación se queda en la estacada", observa el agente de viajes Iftikhar.
El Eid-ul-Fitr, también conocido como "pequeño Eid" (la fiesta mayor llega dos meses y diez días después), es celebrado con entusiasmo no sólo por los musulmanes más fieles, sino por la clase paquistaní liberal.
"No hago ayuno en Ramadán y hace tiempo que perdí mi fe. Hay bastante gente que no lo hace, sobre todo en núcleos urbanos, pero por respeto se guardan las apariencias. Eso no quita que esta festividad sea muy simbólica para mí también", cuenta Sam, un agente inmobiliario que ha organizado un piscolabis para sus amigos.
Cada uno a su ritmo, con la familia o los amigos y con o sin electricidad, ya que el Gobierno suspende los cortes de suministro durante la festividad, los paquistaníes depositan sus buenos sentimientos en un Eid, mientras esperan que traiga por fin paz al país.
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