La historia lo ha demostrado en varias ocasiones, en épocas de vacas flacas es cuando se han creado las obras artísticas más majestuosas. La crisis agudiza el ingenio. Eso de crear con el estómago vacío y la cuenta bancaria en números rojos ayuda a mejorar nuestra creatividad. Esa musa en forma de depresión económica es individualista, le aparece a uno en un momento determinado por mala gestión de tus ahorros o por un divorcio.
La crisis en la que estamos metidos hasta el cuello es otra bien diferente, y no tiene nada que ver con la que han pasado grandes compositores, pintores o escritores. A ninguno de ellos les ha llegado su gobierno o su comunidad a decirle que oficialmente están sumisos en un profundo desequilibrio social y monetario. Cuando veas a un artista contemporáneo con harapos, barba de 20 días, aspecto desaliñado y la mirada perdida en pleno trance de inspiración, pues ese no está en crisis. Es puro márketing. Lo outsider vende, emular a sus ídolos, los que tanto han escrito sobre su vida, es lo que procede. No eres nadie si haces arte y trates de parecerte a Jeremy Irons en 'Retorno A Brideshead'. Ya no se lleva.
The Vegetable Orchestra, música con imaginación.
La crisis que sufren los músicos la llevan padeciendo desde hace más de cinco años y no afecta de forma positiva a la creación. No hay más que echar un vistazo a las estanterías de cds de grandes almacenes. Trata de encontar algo original, tan creativo que de verdad haya hecho mella. La radiofórmula da vergüenza ajena desde hace muchos lustros. Está sufriendo una crisis de ideas, la peor que he conocido desde que tengo uso de razón, y eso no hay Dios que lo solucione.... ¿o sí?
Ante la falta de medios económicos, hay que usar el ingenio, cualidad que les sobra a los componentes de la Vienna Vegetable Orchestra. Un curioso grupo de grandes intérpretes que tocan instrumentos creados a partir de hortalizas y verduras. Curioso resultado es lo menos que se puede decir de los conciertos que ofrecen por toda Europa. El dominio de sus instrumentos fabricados por ellos mismos hace que cada concierto suene difrerente y que sus obras adquieran distintos matices sonoros en cada interpretación.
Me dirás que a estas alturas que la verdura está por las nubes, no te lo niego, pero saber suplir el sonido de un Stradivarius por el de un violín hecho por un puerro, no tiene precio. Lo mejor es definitivamente la preparación del concierto, que empieza con la visita obligada del mercado para adquirir la instrumentación. Luego viene la creación, la construcción de esos instrumentos. Buscar la afinación adecuada a base de taladros, cortes precisos y vaciados de las hortalizas tiene una gran dificultad que pueden dar al traste con su actuación.
La creación de Dan Deacon.
Por otro lado, y cruzando el océno Atlántico, nos topamos con un artista que se encarga de sacar el máximo partido posible de los cacharros musicales que va almacenando en su casa. Exprime todo su potencial, customiza sus sonidos, los procesa interactuando con otros procesadores de señales de tercera generación. Luego graba gran parte de ese material sonoro en su iPod y se pasea por el mundo dando actuaciones memorables donde participa el público que lo va a ver. La complicidad del respetable es fundamental, ya que Dan es permisivo y deja que el público toquetee sus sintetizadores personalizados, cante sus estribillos, y le mantee en los momentos más álgidos. Dan Deacon predica el caos y el descontrol que los punks abanderaban allá por el 77, a un precio muy económico.
En España podemos contar con Los Caballos de Düsseldorf, con sus 'doo rags', objetos, juguetes y continentes recliclados para darles una nueva vida, una nueva utilidad e incluso una nueva sonoridad. Tras el grupo y esta filosofía del Lo-Fi está Olaf Ladousse, que crea todo tipo de artefactos sonoros con un soldador, unas cuantas resistencias y un par de potenciómetros. Es sorprendente ver el partido que saca de esos objetos que en una casa normal sólo sirven para coger polvo.
En definitiva, la crisis no va a revolucionar el mundo musical, pero si consigue sacudir un poco la imaginación, que es lo único que nos queda cuando todo se desvanece a nuestro alrededor, sería estupendo. ¿Me dejas prestado ese Casio SK-1 que tienes por ahí tirado? Es que lo mismo se puede llevar de maravilla con un transistor Sanyo que he heredado de mi abuelo. Es que estoy en crisis, ¡y me aburro!
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