Cocaína

Ésta es la vida que elegimos. Y una cosa está clara: ninguno veremos el cielo".
Paul Newman en 'Camino a la perdición'.

(EFE)

Jaime de Marichalar, junto a su hijo Froilán.

Las televisiones están revueltas ante una inesperada avalancha de carnaza: corre el rumor de que Marichalar consume, o ha consumido, cocaína. La Casa Real lo ha desmentido. La misma Casa Real que aseguró que Letizia, por problemas respiratorios, se había operado… ¡el tabique nasal! ¡Cuñaaaaaos! De cualquier manera, y ya en serio, a mí no me preocupa lo más mínimo que el marido de la infanta Elena se ponga morado de farlopa. Por un lado, ya es mayorcito. Por otro, los camellos cobran en cash, disminuyendo así el riesgo de que las facturas colombianas se añadan a las partidas presupuestarias asignadas por el Estado a los miembros de la Familia Real.

Además, la cocaína es una droga guay. Se puede encontrar en los locales de moda, no como ese pegamento guarro que esnifan los colgados de los barrios marginales. Te mantiene despierto y brillante, no como el hachis, que te da hambre y te atontolina. Te la metes como un señor, con un billete de 50 euros, sin los malos rollos de las sanguinolentas chutas del caballo. Y se comparte con los amigos, no como los chinos y el crack, que nos vuelven introvertidos e individualistas.

La cocaína es tan guay que es la droga de la televisión. Y de la política. La cocaína es la droga de los hipócritas. Cada vez que escucho en un programa de televisión que acusan a alguien de consumir cocaína, me vienen a la cabeza todos esos actores, directores, ejecutivos y periodistas a los que he visto meterse rayas. En redacciones y despachos de grandes jefazos, en platós donde se rodaban series y programas, en unidades móviles y salas de montaje, en fiestas y celebraciones.

Muchos de los que acusan al bueno de Marichalar de meterse perico habrán tenido que limpiarse la nieve de los bigotes para ponerse delante de las cámaras. Se lo aseguro.

Una fábrica de adictos, de farsantes, de hipócritas, de nuevos ricos. Eso es la cocaína. Eso es la televisión.

Un motivo para no ver la televisión

Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance kid).
Director: Gorge Roy Hill.
Con Paul Newman y Robert Redford.
DVD 20 Century Fox.

Un western atípico, con grandes dosis de humor y amor, en el que Newman interpreta a un ladrón de bancos llamado Butch Cassidy, cerebro de una banda en la que Redford (Sundance Kid) es el bandido que pone el músculo. "Eran buenos para todo lo ilegal...", rezaba la frase promocional de la película. Tras cometer un atraco son perseguidos por comisarios de la Unión Pacific, y se ven obligados a iniciar una espectacular escapada por media América en compañía de una romántica maestra (interpretada por Katharine Ross).

¿Un western clásico? Algo más que eso: una historia de aventuras absolutamente inolvidable en la que Paul Newman demostró que era mucho más que una bonita mirada azul.