Serie de primera para ciudadanos de segunda

Soy un antisistema. O un freak. O cuando menos un marginado. Muchos de ustedes ya se habrán dado cuenta, pero yo me estoy enterando estos días. Creo que no hay hueco para mí en esta sociedad, con la que cada vez tengo menos cosas en común. Soy del Atlético de Madrid, bien es cierto, pero no lo es menos que pago religiosamente mis impuestos, jamás he escupido en la cara a un notario, sólo utilizo drogas legales (creo), rechazo el uso de la violencia contra la monarquía y utilizo tarjetas de crédito. Entonces, se preguntarán ustedes, ¿Por qué soy un inadaptado? Porque TVE pasa de mí.

Wollensky, un androide.

De todo lo que ha emitido la televisión pública durante los últimos días sólo me han interesado dos cosas: el concierto de Josele Santiago, el martes, y «Plutón BRB Nero», la serie de Alex de la Iglesia que se estrenó anoche. Ambos se emitieron en La 2, y me hicieron permanecer despierto más allá de la medianoche. Las consecuencias han sido dramáticas: confundí las dosis de insulina, llegué tarde al trabajo, olvidé renovar mi hipoteca, no recogí a mi hija a la salida del colegio…

La televisión, como sucede con la justicia, la educación o la sanidad, se encarga de recordarnos algo obvio: que todos los españoles no somos iguales. Ni ante la ley, ni ante el pupitre, ni en el quirófano… ni siquiera ante la televisión. Un concierto de Josele a la una y media de la madrugada, o una serie de Alex de la Iglesia a las doce de la noche, en La 2, nos recuerdan que existe una televisión pública para ciudadanos de bien (culebrones, Herederos, corazones de verano, gentes, cines de barrio…) y otra para excluidos, para incomprendidos, para ciudadanos de segunda.

Plutón BRB Nero es una sitcom galáctica para marginados intelectuales. Así, como se lo cuento. Y no sólo por el horario, indecente, sino por ser original, delirante, exclusiva, desenfadada, tronchante y por momentos hasta inteligente.

Un cómic futurista, con formato de comedia de situación, que sigue la estela dejada por clásicos de serie b como «El enano rojo» o «El basurero galáctico». Podría resumirles el argumento, pero la mejor presentación la hizo Stephen Hawking solo unas horas antes de la emisión de la serie. Durante una rueda de prensa en Santiago de Compostela, el cosmólogo y profesor de física teórica aseguró que será «muy difícil evitar un desastre en el planeta Tierra en los próximos cien años», que debemos "alentar los vuelos espaciales tripulados", y que "el futuro a largo plazo de la raza humana está en el espacio".

¡Coño, el argumento central de «Plutón BRB Nero»! En el año 2530 una nave abandona la Tierra, al borde del colapso ecológico, con una misión: encontrar un planeta que reúna las condiciones adecuadas para ser colonizado por los humanos. Añádanle unos androides algo salidos, un feto congelado que se alimenta de su propio sudor, videoconferencias a cobro revertido… Y casi tendrá la serie, en la que destacan unos decorados magníficos, pese a contar con un presupuesto muy bajo (algunos paneles de la nave están construidos con materiales comprados en tiendas de «todo a 1 euro» y reciclados artesanalmente). Unos actores y guiones que encajan a la perfección. Y a nivel visual, una agradable sensación cinematográfica.

No perdamos más tiempo. Vean «Plutón BRB Nero» y, como sucede con «Muchachada Nui», disfruten de una televisión diferente, reconfortante, imaginativa, excitante. Uno de los pocos, poquísimos, programas que dan sentido a la televisión pública. Ya saben: para ciudadanos de segunda.

Un director de cine vasco trabajando para la televisión… regresemos a Donosti para hablar de dos agradables sorpresas. La primera, el documental de Jonathan Demme «Neil Young Trunk Show: Scenes from a Concert», que, pese a presentarse con un montaje provisional y un sonido infecto, puso en pie el auditorio del Kursaal. La segunda, la que se ha convertido en, de momento, mi peli del festival: «Frozen River».

Si les hablo de Estados Unidos, de fronteras y de inmigración ilegal, ustedes pensaran inmediatamente en el sur. Pues «Frozen River» nos descubre que en el norte también existe la marginalidad, el dolor, la explotación y los seres humanos de categorías inferiores. Se trata de la historia de dos mujeres sin futuro que, tras infinitas penurias, se convierten en hermanas de sangre. Una película triste, pero también vitalista, que invita a abrir los ojos, a no prejuzgar y a luchar hasta el final. Una película viva.