La destrucción de un símbolo para los extranjeros en Pakistán

ISLAMABAD (PAKISTÁN).-  "El Marriott no era sólo un hotel, era fundamental en la vida de los extranjeros de Islamabad", así resumía un diplomático la importancia del lujoso establecimiento que el pasado sábado fue destruido en un ataque terrorista, que causó además una masacre en la capital paquistaní.

T. MUGHAL (EFE)

La fachada del hotel tras el brutal atentado.

Aunque en Pakistán los atentados están a la orden del día, la aniquilación del que se consideraba un símbolo en las relaciones de la clase dirigente del país con Occidente ha despertado el pánico entre la comunidad de expatriados. Por la sencilla razón de que el hotel era uno de los más seguros, había reforzado su seguridad tras otros ataques menores y se hallaba en la zona más vigilada del país, junto a los edificios más importantes.

Nada pudo impedir en cambio que un terrorista hiciese explotar en sus inmediaciones los 600 kilos de explosivos de alta calidad que transportaba en un camión.

"Con este atentado se abre una brecha, ahora ya ningún lugar puede considerarse a salvo", me explica una sudafricana que llevaba varios años viviendo en la ciudad y confesó sentirse nerviosa por vez primera.

Dotado de buenos restaurantes, piscina, gimnasio, así como de otros numerosos servicios, el Marriott era muy frecuentado por diplomáticos, periodistas, trabajadores de organismos multilaterales y la propia elite paquistaní.

"Era un santuario donde escapar en busca de tranquilidad", añade la sudafricana.

Los expatriados, muchos de ellos sometidos a serias restricciones en sus desplazamientos por cuestiones de seguridad, ven ahora aún más limitado su espacio para la vida social y miran con temor el nuevo escenario tras el ataque. "Tendremos que limitar aún más nuestros movimientos. ¿Pero qué vamos a hacer? ¿Quedarnos todo el día en casa y sólo salir para ir al trabajo?", se lamentaba otro diplomático.

Muchas de las embajadas se encuentran en el 'enclave diplomático', un recinto amurallado y provisto de un fuerte dispositivo de seguridad, en el que algunas legaciones, sobre todo las más amenazadas, como EEUU, disponen de verdaderas ciudades, que incluyen clubes, supermercados, viviendas...

Incluso hay gente que vive en el país desde hace años y nunca ha salido de Islamabad.

"Es una situación de paranoia, que quema mucho", me comenta una española al respecto.

Ahora, todavía se extremarán aún más las precauciones y es probable que organismos como la ONU y algunas legaciones procedan a evacuar pronto a las familias de su personal.

"Tras la barbarie del Marriott, Pakistán dejará de ser un destino de familias. Será casi únicamente para gente que venga sola a trabajar", subraya un empleado de Naciones Unidas.

El país, de tremenda belleza, contrastes y acogedoras gentes, ya atraía a pocos turistas curiosos, que veían en él demasiados peligros al hilo de la constante violencia, pero tras el que se ha llamado el 11S paquistaní, el estigma lleva pinta de marcar una nueva época. Ojalá no sea cierto. Los paquistaníes no se lo merecen. Son gente muy trabajadora y honesta, la inmensa mayoría pobrísima y con pocos visos de ver mejorada su pésima situación pronto, debido, entre muchos factores, a que están gobernados por una clase política corrupta, revanchista e interesada.