Olor a coño

Cuenta la leyenda que un histórico realizador y productor de televisión, muy aficionado a utilizar el zoom, instaló en su despacho monitores para poder seguir en tiempo real los programas que su cadena estaba produciendo. Un día, mientras se grababa una de esas galas repletas de bailarinas, nuestro hombre descolgó el teléfono y, muy enfadado, llamó al plató: "¡quiero las faldas más cortas! ¡Un palmo menos de tela! ¡El telespectador tiene que oler a coño!".

(telecinco)

Mercedes Milá en la primera edición de GH.

Décadas después de tan aromática anécdota hay que reconocer que el visionario gurú televisivo supo crear una fragancia con futuro. ¿"Eau de mamachicho"? Es más, por los pasillos de la cadena donde tuvo lugar el recorte de faldas, Telecinco, aún se puede percibir un fuerte aroma a breva: basta con elegir el programa adecuado. Ese olor es una de las marcas de la casa, objeto de seducción para telespectadores de pituitarias no demasiado exquisitas.

El estreno el próximo domingo de la décima edición de "Gran Hermano" refrenda esta teoría: Telecinco, lejos de querer eliminar de su programación esa peste a ingle macerada, la mantiene como seña de identidad (olfativa). Esas habitaciones comunes, esos catres siempre deshechos, esos concursantes en celo alérgicos al jabón, ese caldo de cultivo de entidades biológicas denominado yakuzzi. Y esa presentadora. "Soy un poco puerca", reconoce Mercedes Milá en el programa de AR. Cuestiones de higiene personal, y mental, aparte, "GH" haría las delicias del veterano realizador-productor del zoom y la tijera corta-faldas.

Y no les digo nada de "Mujeres y hombres y viceversa", otro espacio protagonizado por seres humanos que carecen de pudor. Un programa de citas, con Emma García como alcahueta, donde existen pocas pero pestilentes reglas: enseñar cacha, ser descarado, golfo, fresca.... Es decir, faldas cortas, vertidos ajustados, muslos al aire, escotes amplios... Los protagonistas son chuletas y fulanas. La música, "Just a gigoló". Y el fin, que las diferentes aspirantes a liarse con un maromo se insinúen, le pongan verraco o, cuando menos, se tiren entre ellas de los pelos.

Pasan los años, incluso los siglos, y Telecinco sigue oliendo a… lo mismo que hace 20 años.

Un motivo para no ver la televisión

Gram Parsons

Gram Parsons.

Un día como hoy, hace 35 años, murió Gram Parsons. Un cóctel de heroína, morfina y alcohol acabaron con la vida de uno de los pocos músicos capaces de cambiar el curso de la historia. Cecil Ingram Connor, su verdadero nombre, fue una de las columnas vertebrales del rock y el country americanos, un músico de inagotable creatividad, un compositor con un talento irrepetible. Un dios.

La música no murió el día en que se estrelló la avioneta de Buddy Holly, sino la noche en que un colega de Parsons robó su cadáver caliente de una funeraria de Los Ángeles para prenderle fuego en las entrañas del desierto de Joshua. Para entonces el jinete cósmico ya había demostrado que estaba destinado para la gloria: escuchen cualquiera de sus dos primeros discos, "GP" y "Grievous Angel", "Sweetheart of the Rodeo", con The Byrds o "The Gilden Palace of Sin", con los Flying Burrito Brothers, y disfrute del sonido de los ángeles.

Devil in disguise. Una de las pocas grabaciones de Parsons. Lleva un maravilloso traje blanco con una cruz en la espalda, un sombrero negro y toca una telecaster.

A esto me refería con "el sonido de los ángeles": "Return of the Grievious Angel"