La justicia, estreñida

"Los magistrados del Tribunal Constitucional acaban de salir para comer", anuncia Javier Ruiz a las dos y media de la tarde, en un avance del informativo de Cuatro. "Y está previsto que regresen a las cinco y media". Acabáramos. No es la escasez de medios, la acumulación de casos, la falta de funcionarios o el descontrol sobre las ejecuciones de sentencias lo que bloquea el buen funcionamiento de la justicia en España. Ni siquiera el amiguismo. Son las grandes comilonas, con pacharán, puro y siesta, que jueces y magistrados se pegan entre sentencia y sentencia.

(EFE)

El atasco no es administrativo. Es estomacal. ¿Quién rinde como Dios manda después de estar tres horas zampando, con los intestinos como un morcón y la acidez buscando salida por las orejas? ¿Qué aparato digestivo se mantiene en buenas condiciones con esas comidas pantagruélicas? Me parece estar viéndoles: que si los ibéricos de aperitivo, unos judiones de Ávila de primero, algo de cordero asado o codillo de segundo, su Contessa de postre y, cómo no, una copichuela. Esos orujos, tal vez un whiskycito de Malta (si pasamos la factura). Lo que vienen siendo los digestivos. Y que no falte el Farias. Tres horitas después, con el buche como un tambor, a currar un ratito…

En nuestro país, jueces y magistrados se han convertido en los más apasionados defensores del carácter ibérico, con permiso de Manolo el del bombo. Esa comida larga y copiosa, esa sobremesa etílica y, por qué no, esa cabezadita en el mismo restaurante. O un inofensivo mus, que tampoco se muere nadie por eso. España. La cultura del bon vivant, la dieta mediterránea, esa forma diferente de medir el tiempo, de administrar el trabajo, de evitar el estrés, de fomentar el ocio.

Rafael Tirado, el juez del caso Mari Luz, nunca pidió refuerzos para su trabajo: el ritmo laboral le parecía el correcto. El juez Marlaska dio plantón el pasado jueves a seis mandos militares a los que había citado en la Audiencia Nacional para declarar por el Yak-42: prefirió ir a un simposio sobre homosexualidad y derechos que se celebraba en Sao Paulo (Brasil). Ya saben ustedes, los churrascos, las feijoadas, alguna caipirinha… Ángel Luis del Olmo, juez de lo social de Talavera de la Reina (Toledo), ha sido multado por desconsideración con los funcionarios de su juzgado: además de hurgarse pies, oídos y narices mostraba una desagradable falta de higiene y aseo personal. Desprendía un olor pestilente, imagino que debido a los gases que produce el proceso de digestión de alimentos.

La solución al estreñimiento judicial debería ser, por tanto, mucho más sencilla de lo que creemos. Pongan a jueces y magistrados a dieta. Dejen que se liberen sus intestinos, atascados con esas heces pestilentes que dejan los juzgados apestando a vanidad y corporativismo. Más fibra y menos angulas. Y si no es suficiente, laxantes. Un enema que elimine de una vez por todas la soberbia y el enchufismo de sus entrañas.

Un motivo para no ver la televisión

Southside Johnny (con La BambaŽs Big Band)
Cd: Grapefruit Moon: the songs of Tom Waits.
Leroy Records.

Southside Johnny nació en New Jersey, donde compartió escenarios, estudios de grabación y garitos con Springsteen. De hecho, su primera banda, The Asbury Jukes, la fundó con 'Miami' Steve Van Zandt, futuro guitarrista de la E Street Band. Ejemplo perfecto de cantante blanco con alma negra, John Lyon (su verdadero nombre) ha grabado 17 discos, los tres primeros imprescindibles: 'I Don't Want to Go Home', 'This Time It's for Real' y 'Hearts of Stone'.

'Grapefruit Moon' es un experimento mágico, concebido en principio como un homenaje a Tom Waits: las doce canciones son del californiano, que colabora cantando 'Walk Away' junto a Southside. Y es un experimento por la forma en que los metales de La Big Band de Richie 'LaBamba' Rosenberg convierten el disco en una explosión de ritmo, blues y jazz. Un trabajo difícil de describir, por denso, apasionado y vibrante. Una orgía de trombones, trompetas y saxos. La última vuelta de tuerca a unas canciones mágicas.