Testosterona y deseo sexual femenino

El interés que los afrodisíacos suscitan es proverbial. Desde la antigüedad la ilusión por inducir el deseo sexual fascina a la humanidad. Parece ser que la aspiración pasa por disponer de una sustancia que convierta a quien la toma, en tanto duren sus efectos, en un ser encendido de un deseo sexual indiscriminado.

En esta era postviagra, en la industria farmacéutica y en buena parte de los médicos que han comenzado a entusiasmarse con el uso de fármacos para el tratamiento de ciertos síntomas –quejas- sexuales, ha crecido la ilusión por dar con una píldora que empujara el deseo sexual femenino. Las hormonas aparecen como buenas candidatas, especialmente la testosterona.

Desde esta óptica médico-biológica suele perderse la perspectiva de lo obvio. En consulta tratamos los trastornos del deseo mediante la psicoterapia de orientación sexual, abordando de forma segura, sin efectos adversos, las causas conocidas y frecuentes del mismo: ansiedad, estrés, depresión y especialmente conflictos con la pareja. La mengua de estrógenos tras la menopausia, al reducir la lubricación vaginal, puede provocar dificultades y dolor en el coito. Reiterarse en una experiencia incómoda o dolorosa, anula el deseo de repetirla. De esta forma, las dificultades de excitación, que no de deseo, pueden complicarse si no se aplican los lubricantes adecuados al caso de cada mujer.

La propuesta de recurrir a la testosterona para incrementar el deseo en la mujer posmenopáusica, en principio, pero con aspiraciones de extenderla a toda mujer, continúa siendo una apuesta de riesgo no aclarado. Estudios que aportan que la testosterona además de mejorar el deseo, no incrementa o incluso protege frente al cáncer de pecho se contraponen con otros que concluyen lo contrario. Entre tanto la FDA, la agencia norteamericana de control de medicamentos, ya en 2004 rechazó el uso de la testosterona en mujeres con la finalidad de recuperar el deseo sexual. Argumentó ausencia de investigación sobre sus efectos a medio y largo plazo. Lúcidamente la Dra. Schover ha recordado en un reciente estudio publicado en la revista Fertility and Sterility (2008) que los médicos olvidan que "las terapias conductuales son más efectivas que el tratamiento hormonal».

Considerar la ausencia o disminución del deseo sexual como un trastorno que hay que resolver sin plantearse que generalmente se trata de la expresión de una situación global y compleja de la persona, supone asumir riesgos mayores, al modificar el complejo equilibrio endocrino del organismo. En una mayoría de casos, dado que los verdaderos motivos que llevan a la disminución del deseo no se afrontan, invariablemente, a pesar de incrementar los riesgos subiendo las dosis de testosterona, no se suele resolver el problema de la falta de deseo.

¿Te parece de interés disponer de un medicamento que aumente el deseo sexual? ¿Estás dispuesta a asumir algún riesgo por utilizarlo? ¿Qué te parece la idea de que tu pareja utilizara un fármaco para inducir el deseo?