A veces veo caras…

…y me anuncian cosas. La humanización de los objetos está en los orígenes de la literatura, y entra dentro de las figuras retóricas que llamamos prosopopeyas. Podemos encontrarlas en todas las artes, y la publicidad no podía dejar escapar ese filón.

Hace unos años Audi abrió una nueva línea de trabajo con su anuncio «Sueños». Las campañas de la agencia SCPF para BMW estaban poniendo el listón muy alto, y su competidor veía como el posicionamiento de marca se estaba convirtiendo en el frente donde ganar la batalla de los automóviles de gama alta: vender coches sin mostrar los coches.

Audi decidió luchar contra BMW con sus mismas armas: la retórica y la lírica. Y demostró que podía hacerlo igual o mejor. Pero aquel anuncio sirvió también como llamada de atención, para recordar algo que parecía olvidado: la publicidad puede ser bella sin dejar de ser eficaz. En aquella ocasión, los objetos «soñaban» ser coches.

El recurso se llama pareidolia, que es según la wikipedia un fenómeno psicológico consistente en que un estímulo vago y aleatorio, habitualmente una imagen, es percibido erróneamente como una forma reconocible.

Otros anunciantes y agencias han seguido por ese camino, sin ir más lejos, Nissan y su spot en el que la ciudad que juega con el coche.

Lo de buscar formas donde no las hay es algo más que un juego de niños aburridos mirando las nubes. Allá donde la casualidad quiera mostrar con mayor o menor realismo un rostro, habrá alguien para darle un significado: de la mano del esoterismo y la religión, las manchas de humedad en la pared o el desigual tostado de un trozo de pan pueden convertirse, con la interpretación subjetiva de un visionario o un caradura, en fenómeno de masas.

Hemos husmeado en internet y parece que es una afición de lo más extendida: miles de personas andan a la búsqueda del rostro oculto en los objetos más insospechados, la silueta más sugerente, o simplemente, las nubes.

VV.AA. / Flickr

Ejemplos de pareidolias