A la Expo con bañador y toalla

ZARAGOZA.-  'Vaya, vaya… Aquí no hay playa', cantaba aquel grupo de ochentenos Los Refrescos, refiriéndose a la falta de paisaje costero en Madrid. Y, hasta ahora, eso se podía cantar por aquí, por Zaragoza. Pero por obra y gracia de la Expo 2008 y por eso que los peces gordos llaman 'obras de acompañamiento', Zaragoza tiene playa, playa fluvial, pero playa al fin y al cabo.

J. B.

¡Ven a bañarte!

La playa maña se encuentra en pleno Parque Metropolitano del Agua, una extensa zona que hace honor a su nombre a escasos minutos del meandro de Ranillas, sede de la Expo 2008, justo al lado del Puente del Tercer Milenio, otra de las modernidades arquitectónicas que han lavado la cara a esta nueva Zaragoza.

El invento ocupa unos 5.000 metros cuadrados, compuestos de un, todavía, imberbe palmeral y de una extensa zona de fina arena de silicio en la que se alza el imprescindible chiringuito playero, tumbonas y sombrillas. Tras esta zona se encuentra otra de baño de aguas de un sospechoso color verdoso, debido al lecho de piedras con el que se ha cubierto el fondo, pensado para imitar al río. En su conjunto, esta playa supone un paradisíaco oasis en plena ciudad del agua asediada, todavía, por un mar de obras que poco a poco se va secando.

En esta época de crisis, desaceleración económica o el eufemismo que más le guste al lector, la playa urbana supone toda una alternativa para aquellos que hasta ahora se escapaban a Salou o La Pineda (los destinos costeros de los zaragozanos por excelencia) para remojar a la familia y coger color veraniego. Y es que la entrada a la playa cuesta unos tres euros y medio (cuatro y medio en fin de semana) y se puede ir con el Bus urbano (utilizando las líneas Expo). Por motivos de infraestructura y seguridad para la Expo, aún no se puede acceder con coche particular.

Para pasar una jornada completa de playa es necesario ingeniárselas para meter la cartera en el bañador, porque, claro, no hay día de playa que se precie sin su cerveza bien fría. Y echar esa necesaria caña para sofocar el calor de agosto cuesta unos cinco euros, seis si se pide a partir de las diez de la noche: disfrutar de un chiringuito cool a ritmo de música chill out hay que pagarlo.

Además, si se decide pasar por el restaurante autoservicio que se ha pensado para la ocasión, el presupuesto del día se puede disparar. Desde la playa fluvial se propone un buffet libre de comida rápida y ensaladas por unos 11 euros: la idea de la fiambrera y el bocadillo de jamón (o de chóped, dependiendo del bolsillo) resulta mucho más accesible.

Cuando cae la noche, la playa fluvial se convierte en el centro neurálgico de la beautifull people zaragozana. La terraza de diseño de ambiente ibicenco anexa al recinto compite en el ránking de sitios 'a la última' con la terraza del Café del Mar, situada próxima al Puente de la Almozara. En esta terraza de la playa, en la que se ha cuidado hasta el último detalle, se puede escuchar música comercial al caer la noche y pagar alrededor de diez euros por copa: nada que la crème de la crème zaragozana no se pueda permitir.

Para visitar la playa no hay prisa. Éste no es uno de los proyectos con fecha de caducidad tras la Expo: la playa, en Zaragoza, no tiene los días contados. Eso sí, con el permiso del Ebro, sus crecidas y su infinita sabiduría.