Un tripulante del pesquero siente rabia por cómo la desesperación viaja en lancha

Santa Pola (Alicante).-  Santa Pola (Alicante), 2 sep (EFE)- El cocinero peruano del barco español que recogió el pasado agosto a 49 inmigrantes a unas cien millas de Libia ha afirmado hoy que, como inmigrante, siente "rabia e impotencia" por "ver cómo decenas de personas desesperadas se suben diariamente a lanchas que llevan el nombre de muerte".

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(EFE)

Varios de los 49 inmigrantes que fueron rescatados el pasado 20 de agosto por el barco "Clot de I'llot" a unas 100 millas de Líbia, descansan en la cubierta del pesquero antes de ser desembarcados en Trípoli (Líbia).

En una entrevista concedida a EFE, Juan Lobatón, de 43 años, ha revisado "con el corazón" los últimos días a bordo del pesquero "Clot de L'Illot", especialmente desde el pasado día 20, cuando junto a sus compañeros de tripulación rescató a 49 inmigrantes somalís que "flotaban sobre una lancha desinflada", así como otros dos que fueron auxiliados mediante helicóptero.

"Este suceso me ha afectado mucho, posiblemente porque soy inmigrante", ha afirmado Lobatón, quien aún traga saliva cuando recuerda que no todos los que viajaban en "aquella lancha de la muerte" fueron rescatados.

Según le comentaron los somalís, ocho personas murieron días antes de que la embarcación fuera encontrada por el pesquero español, entre ellos una niña de 18 meses, cuyo cuerpo sin vida fue lanzado al mar por su madre, una joven que sí logró salvarse merced a la labor humanitaria del "Clot de L'Illot".

"Nosotros recogimos a este medio centenar de personas porque casualmente navegábamos por allí", ha apuntado Lobatón, quien se ha preguntado "qué hubiera pasado de no producirse esta casualidad" y "cuántas personas mueren al día en similares circunstancias sin que nadie lo sepa".

Aunque prefiere hacer un receso para evitar emocionarse, Juan continúa con su pregunta: "cuántos cadáveres de hombre, mujeres y niños, todos ellos inmigrantes que desean abandonar pobreza, conflictos étnicos o hambre, reposan en el fondo del mar sin que nadie eleve una voz por ellos".

El ahora cocinero de un barco de pesca, "pues mi título oficial es de técnico informático", según ha precisado, asegura que "la rabia y la impotencia" caminan de la mano ante este tipo de sucesos.

Su embarcación, con base en Santa Pola (Alicante), regresó ayer a puerto, después de una travesía de seis semanas y que hizo escala en Trípoli (Libia), ciudad en la que desembarcaron los inmigrantes tras dos días de viaje desde su rescate.

"Siento rabia por esas mafias ilegales que engañan a personas desesperadas", argumenta a lo largo de la entrevista.

Por las conversaciones mantenidas con los rescatados, pues cuatro tripulantes del pesquero son senegaleses e hicieron de traductores, las cerca de sesenta personas que navegaban en la lancha neumática partieron de las costas de Libia diez días antes de ser rescatadas por el pesquero alicantino.

"Al parecer cada una de ellas pagó 1.500 euros, aproximadamente, y las mafias les dieron comida y agua, en concreto, tres bidones de 20 litros, para tres días", ha manifestado Lobatón.

La intención de estas personas era llegar a las costas de Malta o Italia, pero "con ellos no iba nadie que supiera de navegación, no tenían brújula ni mapa". "La barca estaba desinflada por sus laterales y ni se movía", ha relatado.

"Cuando los subimos a bordo, observamos sus heridas cutáneas, tenían problemas estomacales por beber agua salada y tenían hambre", explica este "cocinero accidental" que se las ingenió para preparar comida, no para once comensales -la tripulación-, sino para sesenta.

Asimismo, ha subrayado que, a preguntas de los marineros, los somalís afirmaron que una lancha "zodiac" vale en Libia alrededor de 3.000 euros, mientras un motor unos 1.500 euros.

"El gasto total de la red mafiosa fue de 4.500 euros, más la gasolina y los víveres, cuando lo recaudado por el total de los 60 inmigrantes fue de 90.000", ha manifestado Lobatón, quien ha elevado una nueva pregunta: "¿quién se lleva este dinero?".

Por ello, su "impotencia", según afirma, comienza en que "sólo dispone de dos manos para ayudar" y termina "en la poca atención que los países del primer mundo ponen al tercero".

A su juicio, "Europa y la ONU deberían hacer algo más por estas personas que día a día se juegan la vida en lanchas de muerte".