Estas semanas de ausencia se deben a un vuelo raso y de reconocimiento que mi cabeza viene dando desde las alturas, describiendo pequeños círculos. No sé a vosotras, pero mi testa, muy de vez en cuando, se separa del cuello e inicia una singladura que viene muy bien para levantar ánimos y despejar malos humores cerebrales.
Sardina nosttra, qui est in caelis
Verte desde lo alto suele hacer bastante gracia y relativiza los problemas que no os podéis ni imaginar: viene bien para observar el color de las calvas de quienes acompañan tus aventuras personales y profesionales y convierte tus problemas en pequeños guisantes que dan risa allá en el horizonte.
Sí, estos días son duros de verdad, pero muy felices, a pesar del tiempo brumoso que no acompaña nada, verdín, lluvia y oscuridad plomiza que amenaza con pensar en el desapacible verano que nos resta. Casi todo, amigos, sigue igual: los tontos perseveran, los listos más listos que nunca, la inteligencia resguardada sin hacer ruido y un país entero embobado con las putas gestas olímpicas chinas que me tienen hasta los mismísimos cojoncios. Ya perdonaréis.
Llevo una temporada descubriendo que han desaparecido los merenderos y tascas de montaña que antaño inundaban la vieja república del Bidasoa, donde uno vive con su Antonia. Durante la noche de San Juan, las huertas y prados de mi tierra se llenaban de hermosas hogueras de rastrojos y su humareda ocultaba la luz del atardecer. El olor a quemado se prendía a tu ropa y ya no había Dios que la borrara, para los restos, de tu memoria.
De crío era costumbre salir a liarla parda en esa noche mágica y merendar caldo y sardinas, echarse un trago de sidra fresca y rumiar con pan una ensalada de lechuga fresca y cebolleta en cualquier taberna cercana a la ermita de Guadalupe.
Ayer mismo no fui capaz de encontrar un solo garito abierto, una tasca que sirviera algo verdadero y regresé a casa a merendar un bocata de anchoilla.
Hoy se acabó. No queda un solo lugar en el que uno pueda jamarse un chorizo cocido, una tortilla de jamón, una croqueta decente, una ración de queso o una cazuela de carne con tomate.
Ayer mismo no fui capaz de encontrar un solo garito abierto, una tasca que sirviera algo verdadero y regresé a casa a merendar un bocata de anchoilla. Terminé con el culo pegado en la silla de un restaurante oriental recién abierto en un polígono industrial cercano: sopa picante, sushi de calamar, atún y salmón y cerveza china mandarina. Todo bien rico. Y para mayor jodienda, amables.
Hoy hablé del asunto con Gorka Txapartegi: es más fácil jamar en tu propio pueblo un rollito vietnamita o un pato Beijing, que unos chipirones troceados en su tinta, un marmitako, una tortilla de patata o una chuleta de ternera de ración con sus pimientos.
¿Dónde están las tascas 1.0? Son una especie en extinción, sin lugar a dudas, ya lo escribe bien clarito el amigo Munduate.
No hay forma de prender hogueras con fundamento sin que a uno lo denuncie el vecino por irresponsable, el pan y el vino se venden ya en las gasolineras, las rotondas se comen el monte, el asfalto devora los zarzales y las moras maduras y el pan no se echan ya en falta en el tazón de leche: los modernos desayunan hoy vital k inflado multicereales en barrita.
«Si te acuerdas de esos merenderos y los añoras, no es que seas viejo: sueñas con otro mundo y ese es buen y mal asunto», me dice Miguel Sánchez-Ostiz.
Soy un pedorretas
¿Qué tasqueros echas tú de menos? Dinos qué plato soñado y simple no eres capaz ya de comer si no te lo cocinas tú misma. Cágate en ese bloque de pisos que ocupa el lugar de ese bar que te hizo tan dichosa o recuérdanos ese manjar feliz que comías en el mismo sitio que ocupa hoy ese Mercadona.
Habla o calla para siempre, leña al mono y no pierdas un minuto: la vida es como la escalera de un gallinero, cortica y llena de mierda.
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David de Jorge y Hasier Etxeberria, autores del libro "Porca Memoria" (Ed. RBA), publican y guardan aquí sus inspiraciones gastroliterarias. O algo así.
Es verdad suspiro cada vez que intento tomar algo en un merendero y allí lo único que hay es cemento ; En Asturias cada vez más vino y menos sidra, eso sí, siempre queda Casa el Cartero en Xixón que tien la mejor sidra y bonito del mundo. +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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