Mérida.- Un escenario desnudo, actores de lujo y un coro blanco y perfecto logran contar el mito "Edipo Rey", del dramaturgo ateniense Sófocles (496 a.c-406 a.c), incluido en la LIV edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida, que invita al espectador a reflexionar de cómo la búsqueda de la verdad puede llegar a la locura del ser humano.
El actor hispano-argentino Ernesto Alterio (i) y Juan Luis Galiardo, durante la representación anoche en el Teatro Romano de Mérida de "Edipo Rey" de Sófocles que, bajo la dirección de Jorge Lavelli, transmite valores esenciales del ser humano, como la culpa y la sinceridad, en un escenario desnudo y con un coro mezclado e integrado en la acción.
Un lleno casi absoluto del aforo del Teatro Romano pudo disfrutar anoche de la versión escrita por José Ramón Fernández, que bajo la dirección del francés Jorge Lavelli, aborda eficazmente valores esenciales del ser humano, como la culpa, la sinceridad o la traición.
La historia de Edipo es la del hombre que lucha inútilmente por huir de su destino, condenado antes de nacer, despojado y errante que arrastra su culpa por el mundo.
Representado en catorce ocasiones en la historia del certamen emeritense, el mito ilumina en solitario muchos siglos de teatro, de reflexiones y de dudas sobre la naturaleza del ser humano y su trayecto, y se implanta como una fuente infinita de correspondencias entre el hombre, el poder, la familia, el sexo, lo prohibido, el misterio de la existencia y la muerte.
Si hubiera que definir al personaje de Edipo Rey, interpretado por el actor argentino Ernesto Alterio, se podría decir que es el verdugo desgraciado y desdichado de él mismo y aborrecido por los dioses, que se arranca los ojos y se condena al exilio eterno al conocer la verdad de todo el embrollo.
Todo comienza con una confusión, que mezclada con la locura, las mentiras y la rotundidad del ciego Tiresias, que da vida Juan Luis Galiardo, desnudará la verdad, tan deseada por Edipo.
Una sinceridad dolorosa y traicionera, porque puede llegar a ser difícil enterarse de que un padre muere en manos de un hijo y de que éste último desposa a su madre sin tener conocimiento de ello, a pesar de que la interpretación del personaje de Edipo sea demasiado forzada.
Si su temática es apasionante, su forma, su construcción y sus coros no lo son menos, a pesar de la dificultad en la comprensión de un lenguaje perfeccionista de la cultura griega, poco claro y complejo, al que, en algunas escenas, no ayuda la vocalización de los actores y figurantes.
Se rompe quizás así los objetivos previstos, ya que, tal y como comentó Jorge Lavelli en la presentación, la obra está compuesta de un lenguaje simple y claro.
Aún así, "Edipo Rey", desarrollada en el proscenio, la orchestra y en el palco de autoridades, mantiene al público, durante su hora y media de duración, en una sensación de angustia, silencio y dolor provocada por los gritos y los movimientos gestuales de los actores, entre los que destaca, además de Ernesto Alterio, Carme Elías, en el papel de la reina Yocasta.
Una luz blanca tenue, un vestuario espectacular, adecuado y de colores granate, negro y blanco, y con un coro formado por 18 personas que resultaron ser la voz de la conciencia, logran contar, junto con actores de lujo y entrañables, este mito basado en la búsqueda de la verdad de la muerte del padre del gran "Edipo Rey".
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