El pasado sábado 9 de julio El País le dedicó un extenso artículo a la obra de un joven arquitecto danés, Bjarke Ingels, BIG. El título del artículo: ¡Viva la evolución!. El subtítulo: El joven arquitecto danés Bjarke Ingels cambia las reglas de la profesión con humor y desmesura.
El edificio Bawadi en Dubai y sus cinco pilares del islam.
Bjarke desembarca en esta entrevista con juvenil arrogancia y hace una incursión en el viejo continente de la arquitectura con el ímpetu de sus ancestros vikingos. Me gustaría comentar dos de sus proyectos: un bloque de viviendas en el barrio de Ørestad de Copenhague y una torre-rascacielos en Dubai.
Bjarke, durante sus años de formación-información, pasó por la Axarquía malagueña y, aunque iba muy rápido, no pudo evitar ser seducido por esa sierra y por ese soto donde "los alamillos bailan uno con otro. Y el arbolé con sus cuatro hojitas baila también", y no se conforma, como cualquier otro turista nostálgico, con llevarse un pequeño souvenir, a módico precio, que le evoque en su danés día a día aquellos días de verano. No. Bjarke con su energía e ímpetu reconstruye en una llanura de los suburbios de Copenhague la Axarquía malagueña, no se arredra ante las dificultades y no se hace preguntas ni le plantean dudas temas tales como la topografía, el clima o su propia memoria colectiva. Deja caer en una zona despoblada y llana un edificio escalonado orientado al páramo vacío, que justifica su programa en altura destinando 2/3 del volumen de los bajos para aparcamiento. No puedo dejar de imaginar una noche de luna clara del verano nórdico donde, gracias a Bjarke, los afortunados vecinos de Ørestad sientan esa alegre comunión que le hace a uno arrancarse por tangos al calor de la lumbre.
Un proyecto que ignora totalmente el contexto previo, físico y cultural, en el que se implanta, para ser un proyecto monumental que reduce a las personas a espectadores o consumidores.
La gigantesca torre-rascacielos de Dubai también me lleva a una meditación, entre química y gastronómica: mezclar no es ni bueno ni malo. Lo importante es tener talento y conocimiento para saber lo que se mezcla. Por ejemplo: a priori el tocino y la velocidad no se dan bien, o las churras con las merinas tampoco, pero si lo coge Ferran Adriá a lo mejor consigue hacer algo. Me explico: Bjarke, para este proyecto, recoge una serie de ingredientes de sus viajes y de su periodo de información. Un poco de Gaudí y sus catenarias, un poco de economía de mercado y políticas especulativas del suelo, un poco de genialidad mediterránea banalizada de Enric Miralles, y por último, ya que le encargan un edifico en Dubai y para que no se diga que no trata de adaptar su plato de nueva creación globalizada al gusto de sus clientes locales, lo sazona con el aroma orientalizante propio del lugar: ¡los cinco pilares del Islam, trasformados en cinco pilares portantes para un edifico en forma de pirámide invertida ( porque los m2 cuanto más arriba más caros)!
Siento el estómago un poco revuelto sin haber probado bocado, sin haber visto el edificio y me digo a mí mismo: "te estás haciendo viejo, te estás aburguesando, no estás abierto a nuevas experiencias. No seas carca y pruébalo....", y lo pruebo y... me parece horrible. Y era previsible que lo fuese simplemente por los referentes caprichosos y superficiales sobre los que apoya el proyecto. Un proyecto que ignora totalmente el contexto previo, físico y cultural, en el que se implanta, dando por hecho ,sin angustia, que su territorio es un no-lugar. Un proyecto que se desentiende, igualmente, de la vida futura que está propiciando. Proyectos que se concentran y limitan a la definición de un objeto presente, autista, icónico y ensimismado. Proyectos monumentales que reducen a las personas a ser espectadores o consumidores.
El problema no es que se cambien "las reglas de la profesión", algo que tiene en sí mismo muy poco valor. Lo triste de esta concepción "humorística de la arquitectura" es el desprecio que muestra por la vida íntima y frágil de las personas. Una disciplina, las reglas de la cual sirven para algo tan difícil y huidizo como tratar de dotar a la vida de lugares propicios para que ésta se implante y desarrolle en plenitud.
Un perfil como el de Bjarke es el producto estrella de algunas escuelas de arquitectura dependientes del mundo del dinero y la empresa. Arquitectos que dominan, les interesa y tienen sensibilidad, inteligencia y energía para moverse y desarrollarse en un contexto exclusivamente económico y de mercado, y que aderezan su perfil profesional, altamente eficiente, con un disfraz de intestado talento artístico, certificado por los medios de difusión vinculados a sus intereses. Lo verdaderamente nuevo, sorprendente y bastante inquietante, es que la arquitectura como disciplina admita sin resistencia que ése es su único y natural terreno.
Es una lástima que antes de empezar a viajar Bjarke no se dignase a mirar con calma, cariño y esfuerzo real aquello que tenía más cerca: Jacobsen, Utzon, Lewerentz, Asplund, Erskine, Saarinen o Aalto, entre otros.
Y que Bjarke me perdone.
*Toño Foraster es arquitecto y junto con Victoria Garriga forma el estudio AV62 Arquitectos
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