Esta semana, por fin una película en la que Etxea y Volpini están de acuerdo: una cinta que hará viajar por la hermosa ciudad de Brujas a quienes no se vayan de vacaciones, que deja un buen gusto veraniego (además de thriller, es comedia) y donde hasta nos reconciliamos con Colin Farell. ¿Se puede pedir algo más?
Ya sabemos que la mirada del turista occidental no es inocente. De hecho puede llegar a ser una de las rutas arteras del crimen. Adocena la sensibilidad, está llena de tópicos y, a la par que masiva, se ha convertido en plaga de dimensiones bíblicas. Junto al coche, el turismo —ambos han llegado a denominarse con el mismo término— es la gran pandemia del siglo XXI. Imaginen una ciudad medieval o un cuadro del Bosco. Como dicen varias veces los actores con un cierto retintín —Colin Farrel, Brendan Gleeson— su barrio histórico es el escenario ideal de un cuento de hadas o de terror, que viene a ser lo mismo. La costumbre en esa ciudad es que no haya coches porque sus habitantes tienen el buen gusto de caminar o ir en bici. Imaginen a continuación lo que ocurre cuando la 'trouppe' del cine toma posiciones y cambia los decorados. Esto no tiene nada que ver con lo que ocurre en 'Escondidos en Brujas', pero se le parece. Los dos protagonistas se ven obligados a hacer turismo. Huyen de Londres por orden del jefe —Ralph Fiennes— que, por cierto está muy cabreado con ellos. A los fugitivos se les ha ido la mano en el negocio que tenían a medias.
La experiencia en la dramaturgia de Martin McDonagh, director de 'Escondidos en Brujas', queda en evidencia —y para bien— en los inteligentes diálogos de la película construida con agilidad de género y profundidad de autor. Esta producción europea con dinero inglés, actores y técnicos de varios países y ambientada en la ciudad belga que le da nombre, es una sabia combinación de suspense, drama sangriento y toques cínicos de humor negro.
Con estos ingredientes podemos pasar un par de horas de nuestras vacaciones asistiendo en la gran pantalla a las peripecias de estos personajes que en su huida, y aunque no se den mucha cuenta, están cambiando sus vidas y su mala conciencia. Creo que está claro que la recomiendo, por supuesto en versión original en inglés. Eso siempre, pero cuando las voces de los actores son tan carismáticas, y con algunas dosis de alcohol, es imperdonable la traducción. ¡Que les guste!
Lo peor: que se abusa de la gira turística. Lo bueno de ello: que la gira lo merece y no llega a estorbar a la trama.
Cierto que hay alguna situación inverosímil. En el tren, por ejemplo. ¿Por qué? ¿Cómo? Cierto que las casualidades se acumulan: Eirik por todas partes. Cierto que hay continuas exageraciones. Culminan en el código que circula por Harry. Pero es que 'Escondidos en Brujas' es de verdad un cuento de hadas. Un cuento de hadas de humor negro y de novela negra. De humor-novela negros. Quien no lo entienda así, se pierde Brujas. De trama menos elaborada que 'Pulp Fiction' (parece su más claro antecedente) y menos cáustica que 'El quinteto de la muerte' (aunque la confusión final, con disparo de salida para la última carrera: otra exageración autoparódica —¡y Ray tratando de revelar la identidad del muerto!— no es inferior en nada a la película de MacKendrick), 'Escondidos en Brujas' resulta tan compacta como cualquiera de ellas.
'Cloë'-Clémence Poésy, encantadora; Fiennes, lo que de él puede esperarse —para bien—; Brendan Gleason, sosteniendo el peso de la acción; por fin, pese a los 'peros', se puede uno reconciliar con Colin Farell.
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros críticos de cine.
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