Sarkozy quiere nuclearizar el mundo

Escapando de la nube de escándalos y críticas que le persigue, Nicolás Sarkozy se ha puesto el traje de gran estadista y, maletín de ejecutivo en mano, ha salido de gira diplomática. Objetivo: apuntalar su cuestionado liderazgo con jugosos contratos de venta de tecnología nuclear. Como siempre, sus clientes se encuentran en los países en vías de desarrollo.

(EFE)

Central nuclear francesa de Socatri en Tricastin, donde se produjo un incidente radiológico hace unos días.

Sarkozy se mueve por el mundo con la soltura que da el respaldo de 59 reactores nucleares activos, una tecnología puntera 'made in France' -patente en el nuevo reactor de agua presurizada (EPR)- y un arsenal de submarinos y cazabombarderos pertrechados con armas atómicas.

Su campaña de ventas ha cosechado acuerdos bilaterales con Argelia, Marruecos, Túnez, Jordania, Libia y los Emiratos Arabes Unidos (EAU); amén de sendos compromisos de ayuda a China, Brasil e India en la expansión de sus pujantes programas nucleares. Y Turquía e Indonesia se lo están pensando. Con esta cartera de pedidos, el consorcio nuclear franco-alemán Areva se plantea duplicar beneficios en los próximos cinco años.

No pensemos que todo se reduce al vil metal. La 'France' quiere utilizar su condición de 'proveedor nuclear amistoso' como un medio para revitalizar su alicaída imagen internacional, especialmente en el mundo árabe, en donde Sarkozy aspira a ocupar los huecos dejados por la decreciente influencia de Washington. Por lo pronto, los EAU le dejarán poner una base militar, la primera en el Golfo que no pertenezca a Estados Unidos.

Pero en materia nuclear nada es coser y cantar. La mayoría de los clientes carecen de uranio, por lo que deberán importar combustible enriquecido, tarea cara y engorrosa. Leo en 'The Bulletin of Atomic Scientists' que ninguno posee la mano de obra especializada, los dispositivos reguladores, ni la capacidad de mantenimiento indispensables para operar centrales atómicas. Además, sus redes eléctricas no soportarían los 1.600 megavatios que aportará cada EPR (la capacidad total instalada de Jordania, por ejemplo, llega sólo a 1.900 MW).

No os preocupéis, dijo el hiperactivo Nicolás a sus clientes, y creó la 'Agence France Nuclèaire International', a la que ha encomendado la misión de "ayudar a los estados extranjeros a promover el entorno institucional, humano y técnico necesario para el desarrollo de un programa nuclear civil". Igual, Sarkozy no las tiene todas consigo. De entrada, está vendiendo un producto que aún no se encuentra a punto: el EPR acumula un retraso de dos años, y su costo se ha disparado a 4.400 millones de euros –una bonita suma incluso para un comprador repleto de petrodólares–.

En cualquier caso, sus andanzas tienen muy preocupados a los guardianes de la proliferación nuclear. El presidente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, Mohammed El-Baradei, ha señalado que el presidente galo se está moviendo "demasiado rápido". Los antecedentes no pueden ser más inquietantes: la tecnología francesa fue la base de los programas armamentistas nucleares de Israel, Irak y Sudáfrica. Sugestivamente, el consorcio franco-iraní Sofidif posee acciones en Eurodif, un grupo internacional de enriquecimiento de uranio ubicado al sur de Francia.

El sentimiento de alarma debe matizarse. A la celeridad en las ventas le seguirá una notable lentitud en las entregas. Instalar los reactores y ponerlos en marcha requerirá unos años. Y convertirlos en la base de programas armamentísticos, todavía otros más. El ambicioso plan de ventas de Sarkozy es, por el momento, mercadotecnia política de una potencia aferrada a la 'diplomacia nuclear', una diplomacia que, dicho sea de paso, respeta la política de no proliferación sólo cuando le conviene.