Esta semana, Federico Volpini y Dr. Etxea han visto y comentan '¡Oh, Jerusalén!', una película basada en uno de los grandes títulos del tándem Dominique Lapierre-Larry Collins, y que llega hoy a nuestras pantallas. La cinta fue estrenada en EEUU en el Austin Film Festival del año pasado, mientras que en Bélgica y en Francia se estrenó en 2006.
A Larry Collins y Dominique Lapierre les han hecho otra película cuando no queda ya más que un superviviente. Si siguen adelante, no muchos más van a quedar tampoco en Palestina. De un lado, los judíos, que quieren su tierra para sí, y del otro los árabes, que alegan que el derecho ha prescrito tras mil y pico años. Sobre ellos Occidente, silbando, pero con el pie puesto sobre el cuello de los árabes. De estos árabes, que éstos no tienen dinero.
Nadie puede negar que en Palestina los primeros en hacer terrorismo con bomba fueron los sionistas y seguramente no es excusa —aunque pesa bastante— su inmediato pasado. Nadie puede negar tampoco que el musulmán aprende y da lecciones. Un Cristo, en consecuencia.
Horrorizado por las 'fatwah', la 'yihad' agresiva, la mujer bajo el velo, el Ojo de Yavéh, la prepotencia, el Gran Hermano Americano, asiste uno en 'Oh Jerusalem' a un enfrentamiento que pudo ser y en parte seguramente fue así: enfrentamiento entre conceptos laicos nutridos por elementos liberales de izquierda en los dos bandos. Más allá de cierta rigidez narrativa y de una vocación exagerada de "corrección política" —donde ninguno es malo y el agredido es mejor, sólo por serlo—, lo que estorba en la película es su aspecto formal, que llega a sacarte de ella. Los que, sobre todo en escenas de masas y de acción, miran a cámara, más preocupados por cómo van a salir en la pantalla que por lo que está pasando.
Hace 40 años, cuando Dominique Lapierre y Larry Collins escribieron 'Oh, Jerusalem' aún no habían ocurrido muchas de las desgracias que han marcado la realidad de Palestina desde la creación del Estado de Israel. El best seller era un canto a la Tierra Prometida a partir de la ocupación militar y de la digna resistencia de los expulsados del territorio. La película de Elie Chouraki resulta mucho más escéptica sobre el resultado y apuesta por la tolerancia. Un giro necesario marcado no tanto por la traducción de la literatura al cine como por el devenir de la historia. Uno se pregunta si es posible la objetividad sin denunciar el abuso de poder que unos ejercen sobre los otros y la estrategia del avestruz de la Comunidad Internacional. Lo cierto es que en general quienes no han tomado partido o lo han tomado disimuladamente no han conseguido esa imposible objetividad. Hay excepciones. Saul Below, Premio Nobel, en 'Jerusalem de Ida y vuelta', viaja a la ciudad Sagrada en 1976, describe en poéticas páginas el hervidero que se sigue cociendo y plantea a fondo las claves del drama.
La realización de la película resulta ligeramente kitsch aunque ya digo que se intentan mostrar con dignidad las diferentes posturas que se dieron en cada uno de los bandos enfrentados: los seculares habitantes de Palestina, los berereberes de la Legión Arabe, los guerrileros del Irgun y el Stern victorioso. Ahora a los que hacen lo mismo que la élite hebrea de entonces se les llama terroristas . La película, como la novela, arranca en las calles de Nueva York, donde un grupo de amigos descubre que en su país de origen se cuece el conflicto. Junto a este descubrimiento saben que sus diferentes pasados históricos están a punto de poner a prueba su amistad.
Donde resulta más eficaz la película de Eli Chouraki es en la representación del dolor y la impotencia. Una impotencia que llega hasta nuestros días en un conflicto que parece no tener final y que puede dar al traste con nuestro mundo contemporáneo.
'Oh, Jerusalem' es, en definitiva, una película cargada de melancolía por aquellos sueños que aún siguen sin realizarse, especialmente el de la que hasta ahora parece imposible convivencia de dos pueblos que están condenados a entenderse o a morir en el intento.
*Federico Volpini y Dr. Etxea son nuestros críticos de cine.
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