En los años 60 los economistas acuñaron el término ‘enfermedad holandesa’, para referirse al efecto que tuvo en la economía de los Países Bajos el hallazgo de yacimientos de gas en el Mar del Norte. Ocurrió que las exportaciones de gas elevaron la cotización del florín holandés frente a otras monedas, eliminando así la competitividad de las exportaciones del país y dañando su tejido industrial. Al analizar por qué algunos países en desarrollo no logran salir de la trampa de la pobreza, una de las razones que concita más apoyo entre los expertos sobre el desarrollo es lo que se ha venido en llamar la ‘maldición de los recursos’.
Resulta chocante que el hecho de disponer de abundancia de recursos naturales sea una maldición para un país. En primer lugar, nos podemos preguntar si no hay remedio que evite que un país sea víctima de la abundancia de recursos. Por ejemplo, la historia de los EEUU muestra que su riqueza minera, forestal y su gran extensión fueron factores importantes que explican su fuerte desarrollo durante el siglo XIX. Noruega es otro país con una abundancia de petróleo por habitante que la haría vulnerable a la maldición de los recursos. Hay razones diferentes que explican por qué estos dos países no hayan sufrido los achaques de la 'enfermedad holandesa', y otros como Nigeria, Venezuela o Kuwait son y han sido víctimas.
Veamos en detalle cómo se desarrolla la enfermedad, centrando el pensamiento en Nigeria. Este gran país del oeste de África, con 100 millones de habitantes, apenas ha logrado aumentar su renta per cápita en los últimos 30 años, a pesar de tener una importantísima fuente de ingresos derivados del petróleo. La elevación del precio del crudo en los años 70 incrementó la entrada de divisas de tal forma que la moneda nacional se apreció tanto frente al dólar, la libra o el yen que las exportaciones de cacao y cacahuete dejaron de ser competitivas y los productores abandonaron sus producciones. El daño, con toda la importancia que eso tiene, se extendió al resto de la economía destruyendo el poco tejido industrial, intensivo en mano de obra, con el que todo país que asciende el primer peldaño del desarrollo logra salir de la trampa de la pobreza. Cualquier sector incipiente que trate de salir al exterior se ve fuertemente penalizado por el hecho de que su moneda se vea tan fuertemente apreciada por los ingresos derivados de las ventas de petróleo.
Las rentas de los recursos naturales, al contrario que las rentas de las actividades productivas de pequeños agricultores o comerciantes, favorecen los regímenes totalitarios.
El caso de Venezuela no es en líneas generales distinto al de Nigeria. Su economía productiva se encuentra fuertemente subyugada por la entrada masiva de petro-dólares y petro-euros, provocando la paradoja de que los venezolanos sufran la escasez de productos básicos.
Otros países como Arabia Saudí y Kuwait tratan infructuosamente de crear una cultura empresarial y productiva para proporcionar oportunidades económicas a las capas más desfavorecidas de sus sociedades, que sin duda las tienen aunque no los podamos considerar inmersos en trampas de pobreza. Sin embargo, la magnitud de las rentas derivadas del petróleo son de tal magnitud que estas sociedades tienen muy pocos estímulos para trabajar, innovar y ser más productivos.
Agravando el problema de la apreciación de las monedas nacionales sobre su tejido productivo, las rentas del petróleo o de los diamantes contaminan gravemente la política de estos países. Cuando un gobierno no necesita cobrar impuestos, porque tiene otras fuentes de ingresos, entonces no tiene que someterse al escrutinio de los medios y de la sociedad, puede dar y repartir a su antojo, comprando voluntades y sobornando a políticos y grupos de interés. Las rentas del petróleo neutralizan los controles de toda democracia normal y distorsionan su funcionamiento. A la postre, las rentas de los recursos naturales, al contrario que las rentas de las actividades productivas de los pequeños agricultores, comerciantes o mecánicos, favorecen los regímenes totalitarios e impiden la distribución de la riqueza.
¿Por qué Noruega o EEUU no sufrieron la maldición de los recursos? En el primer caso, porque Noruega ya era un país democrático y desarrollado cuando empezó a extraerse petróleo del Mar del Norte. Pero es que además, Noruega tiene un tratamiento de los fondos obtenidos del petróleo pensado para convertir este flujo finito de ingresos en una fuente infinita de rentas. Esto se puede lograr reinvirtiendo en activos fuera del país la mayor parte de los ingresos del petróleo, en lugar de repartirlos en coronas noruegas a sus ciudadanos. Las generaciones futuras de noruegos podrán obtener rentas del petróleo siglos después de que se haya agotado. Nigeria y Venezuela, por el contrario, consumen hoy y ahora las rentas que genera su petróleo. Por su parte, EEUU empleó su riqueza para crear ferrocarriles y reinvertir en industria, en ningún caso su desarrollo dependió de las exportaciones de sus recursos.
Para que una economía progrese es preciso que las rentas se generen mediante el trabajo y el esfuerzo de las personas. Si la riqueza se obtiene sin esfuerzo, como vive un rentista, a la postre la sociedad no progresará quedando atrapada en la pobreza, caso del Chad o Nigeria, o viendo muy dificultado su desarrollo (Venezuela o las Repúblicas Asiáticas antiguamente pertecientes a la Unión Soviética).
*Alberto Garrido es profesor de Economía y Ciencias Sociales Agrarias de la E.T.S de Ingenieros Agrónomos, de la Universidad Politécnica de Madrid.(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).
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