Patriotas

Aznar y Acebes, dos patriotas, protagonizaron en el congreso del PP uno de esos abrazos que le ponen a uno la carne de gallina, los pelos de punta y la testosterona en ebullición. No un afeminado mimo, no. Un abrazo para la historia de la masculinidad, estrujón viril a la altura del que dio un ensangrentado José Tomás al alguacil que le entregó las dos orejas en las Ventas, o de aquel otro de Pinochet a Videla durante la crisis del 78. Hermanos de sangre. Del todo por la patria, es decir, por la bandera, el himno y la selección. Aznar y Acebes se achucharon en los mismos morros de Rajoy, patriota en horas bajas.

(EFE)

Otro abrazo que pone la piel de gallina: el rey Juan Carlos felicita al seleccionador Luis Aragonés.

Prácticamente en ese mismo instante de exaltación de la amistad patriótica, conocíamos la noticia de que Pepe Rubianes, actor, cómico o saltimbanqui, como ustedes prefieran, deberá sentarse en el banquillo de la Audiencia de Barcelona por un presunto ultraje a España. La patria.

Lo que han hecho Aznar y Acebes por nuestro país es de sobra conocido: basta leer la sentencia del 11-M o buscar "Irak" en las noticias. Pero ¿Qué ha hecho Rubianes por España? Nada reseñable. Trabajar junto a Dagoll Dagom, Els Joglars, otros saltimbanquis, pasear por toda América la cultura española con diversos espectáculos teatrales, y recibir decenas de premios, incluido el de la Crítica. Más de 45 años de carrera profesional, entreteniendo y divirtiendo a millones de personas. Nada serio, nada para la posteridad, nada por la patria.

La patria es un concepto muy personal. Para Benjamín Franklin, la patria se encontraba donde morase la libertad. Para mí, desde la noche gloriosa de ayer, 22 de junio, la patria está allá donde pisen Luis Aragonés y sus hombres, gladiadores de esta España que Zapatero y Rubianes se empeñan en desintegrar.

"A mí, la unidad de España me suda la polla" dijo una vez el actor. "El que no siente esto es que no tiene sangre en las venas", le contestó anoche Camacho en la retransmisión de Cuatro. ¡Qué lección de unidad dio el sudoroso ex entrenador de la selección española, orgulloso de defender los principios y valores de la patria, al anárquico histrión! Y qué clase magistral la de nuestros jugadores, que despertaron de una pesadilla que duraba veinticuatro años y nos devolvieron la autoestima, las efervescencias chauvinistas y el orgullo que perdimos con el codazo a Luis Enrique. Y todo sin derramar una gota de sangre. Con unos jugadores aparentemente pequeños, sin físico, que supieron sustituir la supuesta furia de Camacho por la teórica sabiduría del de Hortaleza.

La victoria de España supone un punto de inflexión en la selección y, sobre todo, en la relación de ésta con los aficionados. Hemos dejado de ser unos perdedores, una vez superado el trauma de los Cuartos. Y poco importa que Italia fuera un equipo invisible, hueco, sin nada que ofrecer, que buscaba la liberación de los penaltis desde el minutos 50. O que nuestro entrenador, vestido con una camiseta Adidas, de pie junto al banquillo, parezca más el empleado de una gasolinera que el técnico de una selección ganadora.

O incluso que nuestro himno no tenga letra. ¿Vieron cómo cantaban los italianos al comienzo del partido? ¿Cómo se les hinchaban las venas del cuello y el pecho parecía que les iba a explotar? Pues no les sirvió de nada.

España jugó mejor, no supo rematar la faena con un gol y se encomendó a otro final agónico. Hasta anoche, un partido con ese guión lo hubiéramos perdido en los últimos minutos (gol de Luca Toni en un rebote) o en los penaltis (nervios en los lanzadores, un gran Bufón). Pero ayer la historia cambió. Y pudimos fundirnos en uno de esos abrazos que le ponen a uno la carne de gallina, los pelos de punta y la testosterona en ebullición. No, no como el de Aznar y Acebes. Como el de Casillas y el resto de jugadores de una selección que sólo tiene un destino: la gloria.

¡Qué tiemblen las pérfidas hordas rusas! La patria, esa mentira creada para separar a unas personas de otras, corre de nuevo por las venas de todos los futboleros.

Un motivo para no ver la televisión

La semana pasada, en el post del miércoles, hablábamos de Tim Russert y de Jiménez Losantos. Hoy podemos ver y escuchar sendos homenajes a ambos periodistas…

Bruce Springsteen, aquel mismo miércoles, participó en el homenaje a Tim Russert que se celebró en el Kennedy Center de Washington interpretando, desde Europa, la canción favorita del periodista…

Por su parte, los pamploneses Big Member dedican un tema "al mejor humorista de España: Jiménez Losantos".