El perfecto anfitrión

Recibir siempre es motivo de alegría. No lo dice Jesús Mariñas, lo digo yo: tener invitados en casa, que estén cómodos, que coman y beban bien, que se diviertan, es la base social de la mayoría de culturas civilizadas del mundo. Un buen anfitrión es una persona receptiva y generosa que abre las puertas de su casa y de su nevera, vampiriza las virtudes de sus comensales y se funde con ellos en una serie de momentos inolvidables. Pero hay gente que no entiende el concepto.

Juanjo Martín (EFE)

Rajoy en el Comité Ejecutivo del PP

En el PP, por ejemplo, no ya es que el anfitrión esté cada día más sólo, sino que sus propios colegas quieren desahuciarle, ponerle de patitas en la calle… y quedarse con la nevera. Deberían echarle una ojeada a 'Ven a cocinar conmigo', el programa que anoche estrenó Antena 3. Un espacio consagrado al arte de recibir.

Y al arte de cocinar. El reality en cuestión tiene un planteamiento muy sencillo: cinco individuos aparentemente normales (si se puede considerar normal a alguien que participa en un reality), que no se conocen entre sí, deben preparar una cena, en sus respectivas casas, para el resto de miembros del grupo. Las cámaras recogen todo el proceso, desde la presentación de los concursantes o la compra de los ingredientes hasta el eructillo en la sobremesa. Finalmente, los invitados puntúan a su anfitrión, valorando "comida, presentación y ambiente general de la velada", y el que más puntos acumule cada viernes resultará vencedor y obtendrá un premio de 3.000 euros.

El primer día recibe Marta Leguina, 49 años, dueña de una tienda de decoración y cocinera casi profesional con una web dedicada a recetas. Marta tiene una casa enorme, con invernadero, un jardín como el Retiro… todo muy, pero que muy pijo. "Tengo un problema muy gordo", dice Marta, creando una tensión brutal… "no soporto la cebolla".

Una vez repuesto de tamaña sorpresa escucho el menú, lo que me hace segregar los primeros jugos y limpiarme las primeras babas: de aperitivo, gazpacho de fresa con taquitos de jamón. De primero, pimientos rellenos de merluza y gambas. De segundo, carrilleras confitadas con puré de patatas. Y de postre, tarta de queso con frutas del bosque. Ni decostrucciones ni leches. Lo que es una cena como Dios manda.

Llega el resto de los comensales, más o menos pijos, más o menos listillos, y charlan un poco antes de sentarse a la mesa. Una mesa como tiene que ser, con servilletas de tela, champán en lugar de sidra y sin palillos para los restos de carrillada que siempre quedan en los huecos interdentales (los famosos 'paluegos'). Nada de gases descontrolados, pedir gaseosa para el vino o contar el chiste del pastor, la cabra y la sodomía.

Una velada de altura, qué duda cabe. Aunque algunos de los invitados no distingan el pescado fresco del congelado o les chorree el gazpacho por el morro. Un nivelazo que permite al televidente escuchar diálogos tan fascinantes como éste…

— Invitado: ¿Qué es esta verdura?
— Anfitriona: Rúcula frita, que queda como "crunchy" .

Los invitados van comentando el menú, algunos alabándolo, otros despellejando a la anfitriona. Y votan en la misma furgoneta de producción que les devuelve a casa (supongo), uno de los planos más cutres del programa. Marta consigue un 7,25 de nota. Y mañana será otra cena…

Un concurso, en resumen, absolutamente blanco, dadas las circunstancias diríamos que light, que se puede ver en familia sin vomitar y que permite a los televidentes cocinillas dar sus opiniones sobre las salsas, ofrecer alternativas a los postres y hasta proponer maridajes. No ofende, lo que tal y como está la tele no es poco.

Para terminar, una queja ajena a la TV. Ayer lunes se pusieron a la venta las entradas para los conciertos de Tom Waits en España (San Sebastián y Barcelona). Un lujo inaccesible para la mayoría de mortales no sólo por el precio (100 y 125 euros), sino también por el sistema de venta, como viene siendo habitual en este tipo de espectáculos un auténtico despropósito. Después de seis horas llamando al teléfono de Telentrada, seis horas sin poder establecer señal, estoy en condiciones de decir que este sistema de venta de entradas es una porquería. Una miseria sólo comparable a que Madrid, ombligo de España, centro de Europa, capital olímpica, no tenga una sala en condiciones para conciertos de este tipo.

Un motivo para no ver la televisión

Dennis Wilson
Pacific Ocean Blue
Sony / Epic

Dennis Wilson, hermano de Brian (la columna vertebral de los Beach Boys y uno de los grandes talentos de la música norteamericana), no sólo tocaba la batería en la famosa banda californiana. Era el único del grupo que hacía surf, además de un excelente compositor y productor. Desafortunadamente murió con apenas 39 años, y sólo tuvo tiempo de grabar un disco en solitario: el excelente 'Pacific Ocean Blue'.

Dennis, siempre a la sombra del genial Brian, se sumergió en el mundo de la música de manera atropellada. Vivió deprisa, como un torbellino, se casó cuatro veces, tuvo problemas con el alcohol y murió en su lugar favorito: el mar. Después de estar muchos años descatalogado, Sony / Epic reedita, 30 años después de su lanzamiento, el imprescindible 'Pacific Ocean Blue' en un formato doble que hará las delicias de los seguidores de los chicos de la playa. Por un lado, el disco original con cinco canciones extras. Por otro, 'Bambu', las sesiones para Caribou Records, hasta ahora inéditas, registradas entre 1977 y 1979. En total 34 canciones absolutamente maravillosas. El legado de un genio nunca suficientemente valorado.

The Beach Boys. Forever

Never Learn Not To Love . 1968

You are so beautiful, en Melbourne 1978