La demagogia de siempre

Ya estamos con la demagogia. Siempre pasa lo mismo: llega la crisis, y hala, a meterse con los jefes. Leo en un periódico un informe sobre los sueldos de los directivos en España y ya imagino lo que dirán los envidiosos. Que si tal, que si cual. Pues sí, los directivos ganan, de media, 17 veces más que sus empleados. Eso, en promedio. En algunos sitios, como el Banco Santander, un jefazo gana más de tres millones al año, y un empleado, menos de 50.000; o sea, que un jefazo cuesta lo que 63 curritos.

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Los desvelos de los ejecutivos merecen esos pequeños aumentos del 70%.

En otras empresas, la gente mal informada creerá ver abusos aún mayores. Como en Acerinox, donde los sueldos de la plantilla bajaron el 4% el año pasado, y los sueldos de los jefazos subieron un 70%. En Iberia, los sueldos de los altos ejecutivos subieron menos: sólo el 63%. Y en Iberdrola, la subida de los jefazos se quedó en un discretísimo 60%, aunque, para compensar, los curritos cobraron un 14% menos.

Los envidiosos de siempre se quejarán, claro. Porque no quieren enterarse de que los directivos se merecen esos sueldos y esos aumentos, y más que hubiera. Algunos no quieren reconocer que el trabajo de ejecutivo en una gran empresa española es uno de los empleos más duros y peligrosos del mundo.

¿Que no? Vamos a demostrarlo. ¿Qué come el currito? Pues lo que echan en la cantina de la empresa, o el menú de ocho euros, o lo que lleva en la tartera, o el bocata. Cosas normales, de toda la vida. El ejecutivo, en cambio, tiene que comer todo el rato en restaurantes caros como El Bulli, el Fabes y demás casas de lujo, exponiéndose a intoxicaciones por metilcelulosa o caviar esferizado con nitrógeno liquido.

¿Dónde duerme el currito? En su cama, normalmente. O en la cama de la novia, si tiene suerte. O en el coche, si los del banco le embargan el piso. Siempre en sitios familiares y conocidos. El directivo, en cambio, va de hotel en hotel, sufriendo el estrés de esas sábanas de seda que crujen, de ese jacuzzi con los mandos raros, de ese servicio de habitaciones que, por más que digan, nunca te sube el champán a la temperatura justa.

Y los ahorros, que también cuentan. El currito no tiene ahorros, o tiene cuatro euros en una libreta, y vive tranquilo. El ejecutivo mete su dinero en bolsa y sufre como un cerdo, viendo cómo sube y baja.

Luego están los despidos. Cuando al currito le echan a la calle, a vivir feliz con el subsidio, no se molesta en pensar en lo que ha sufrido el ejecutivo para tomar la decisión de prescindir sus servicios. Despedir a alguien es muy desagradable.

Hay muchas otras cosas: en lugar de leer la prensa deportiva, como todo el mundo, el alto ejecutivo tiene que aburrirse con la prensa económica; en vez de viajar en el metro, felizmente acompañado por otra gente, el alto ejecutivo sufre la soledad de los aviones privados; por no hablar de las mujeres pijas, los hijos repipis, las amantes codiciosas y otras desgracias que afligen al directivo.

Yo siempre lo digo. Para lo mucho que hacen, los directivos cobran poco.