ZÚRICH (SUIZA).- Si Zúrich antiguamente tenía la fama de ser una ciudad puritana, eso seguramente no valió nunca para su calle más infame: la Langstrasse (calle larga). La espina dorsal del barrio homónimo, que en dialecto suizo se apoda 'Chreis Chaib' (barrio loco), ejerce ya desde años una atracción irresistible como centro del Zúrich de los bajos fondos. Aquí es donde pulula la prostitución, en parte en vidrieras como en Ámsterdam pese a la prohibición del ayuntamiento y en parte en bares pertinentes, y el narcotráfico, con camellos que aquí se llaman 'hormigas', porque depositan la droga en setos y cuyos clientes le pagan el importe de pasada, en pleno caminar por la calle y sin mediar palabra, en ambos casos para burlar la persecución policial.
Calle Langstrasse.
Sin embargo, el equivalente zuriqués de Malasaña está sufriendo una transformación parecida a la del barrio madrileño.
Gracias a los esfuerzos conjuntos del Ayuntamiento y de los vecinos se están estableciendo nuevos inquilinos que le dan un aspecto todavía más variopinto al barrio, que ya de por sí es uno de los más multiculturales de Zúrich con un 42% de residentes poseedores de un pasaporte extranjero.
Los burdeles dieron paso a tiendas de moda innovadora, restaurantes asequibles y garitos chulos, que atraen a un nutrido público marchoso y ávido de no perderse nada de lo que se lleva.
Si empezamos nuestro tour por el Helvetiaplatz, una plaza que viene a ser el punto de reunión tradicional para las manifestaciones de la clase trabajadora zuriquesa, entramos a Das Haus (Langstrasse 83), una fusión de todos los tres tipos de establecimiento nombrados más arriba. Mientras que la planta baja conforma una boutique con marcas underground, el subsuelo es un café que de noche se transforma en un garito. No en uno cualquiera, sino en el cual los 'adultos' (mayores de 28 años) tienen prioridad ante los yogurines a la hora de entrar, previa solicitud de un carné de socio del establecimiento. La música es variada como el género del local mismo y la ambientación se corresponde con el gusto refinado de su clientela.
La próxima parada es el Longstreet (Langstrasse 92), un bar que pese a haber abierto hace dos años ya es todo un referente en la vida nocturna zuriquesa. Tanto es así, que ni siquiera el asesinato de uno de sus porteros a mano de un amante despechado, después de haber intentado mediar en un conflicto sentimental, hace arredrar el aflujo de gente al bar. Sus cómodos sofás rojos y sus precios de bebida más que razonables, acompañados de una exquisita selección de temas poco tocados, invitan a pasarse directamente toda la noche ahí o por lo menos a quedarse un buen rato antes de salir a bailar. En caso de lo último, el juerguista se puede ir al aledaño 'futuro', ya que esa es la traducción del club Zukunft (Dienerstrasse 33), o al Bling (Neufrankengasse 22), si prefiere ahorrarse el dinero de la entrada para gastarlo directamente en cubatas. Estos los servirá Sascha, un verdadero personaje detrás de la barra, que como buen barman se sabe de memoria el trago preferido de los asiduos, incluso si se trata de algo tan poco común (y sobre todo en Suiza) como el argentinísimo fernet coca del autor. Otra gran ventaja del garito es que provoca una sensación muy 'urbana', dada su ubicación al lado de las vías que marcan la entrada a la estación principal de trenes de Zúrich.
Una visita turística a la ciudad sería incompleta sin un paseo para respirar y zambullirse en el ambiente único y particular de la emblemática Langstrasse.
Cruzando al otro lado de las vías por el paso subterráneo nos topamos a la mano derecha con toda una institución en el panorama culinario de Zúrich: el puesto de kebab New Point (Langstrasse 206). Centenares de hambrientos juerguistas devoraron aquí ya su kebab de madrugada antes de caer rendidos en la cama. Esta tradición no sólo incluye el comer del kebab en sí, sino también el pedido del mismo, en el que el cachondeo entre el vendedor y el consumidor es una parte esencial. El autoproclamado 'mejor kebab al este de Estambul' se ha hecho tan popular que ha permitido a su dueño turco expandir su negocio a otros barrios de la ciudad, pero lamentablemente fue perdiendo el secreto de la buena carne, el principal responsable del éxito.
Al que le guste lo auténticamente oriental le recomiendo la lounge Dune (Josefstrasse 29), un verdadero oasis de paz que destaca por sus exquisitas mezze (tapas orientales) y la posibilidad de fumar narguilés con variedad de sabores, entre los cuales sobresale la mezcla casera del dueño Ridha El Sheik. Aquel que se incline menos por lo exótico y se decida por comida italiana, no tiene que perderse los restaurantes Al Solito Posto (Gasometerstrasse 26) y Cucina (Luisenstrasse 40). Mientras que en el primero un gourmet se deleitará con los molloreddus (ñoquis sardos) caseros, en el segundo disfrutará de la pizza Pazza (jamón crudo, rúcula y parmesano), todo sin que al día siguiente tenga que arrepentirse al mirar en su monedero.
A partir de esta descripción, sin ninguna pretensión de ser exhaustiva, queda claro que la Langstrasse es el lugar de Zúrich que más se asemeja a una ciudad mediterránea. Eso no se debe sólo a las ya clásicas caravanas de autos al son de los claxones de la comunidad italiana, portuguesa o turca para festejar victorias futbolísticas, que probablemente aumentarán en este año al celebrarse el campeonato europeo de fútbol en Suiza, siendo Zúrich una de sus sedes. También tienen lugar otras fiestas callejeras como el Longstreet Carnival, que se hace cada dos años, o el Caliente, el festival de música latina más grande de Europa, siempre en junio. Si bien ambos acontecimientos enfocan las culturas de otros países, son principalmente los suizos que copan la Langstrasse para la ocasión. De esta manera la calle resalta harto paradójicamente y al mismo tiempo a la perfección el carácter cosmopolita de Zúrich. Por lo tanto una visita turística a la ciudad sería incompleta sin un paseo para respirar y zambullirse en el ambiente único y particular de la emblemática Langstrasse.
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