Anuncio con moralina, no gracias

Hay anuncios que dan mal rollo. Sin que sepamos muy bien por qué, en el primer segundo notamos una irresistible animadversión que nos lleva a buscar frenéticamente el mando para cambiar de canal. En ocasiones, no seríamos capaces de encontrarle un motivo racional.

A mí me sucede, por ejemplo, con el cansino Tidós de Telefónica. Es un estúpido mal remedo de Buzz Lightyear, y no le soporto. Supongo que cada uno tendrá los suyos, una pequeña encuesta doméstica me lleva a conocer que en casa les sucede con el del orgasmo de Media Markt , y con el erizo de los seguros.

Hay otros anuncios, en cambio, que producen una idéntica reacción, pero perfectamente fundamentada. El caso más claro estos días es el de prevención del alcoholismo en los jóvenes, del Ayuntamiento de Madrid.

No alcanzo a entender qué proceso razonado puede haber llevado a los responsables a pensar que es una manera efectiva de afrontar el problema.

Ridiculizar al target no es la mejor manera de traerlo a tu terreno. Basta conocer el problema aunque sea de oídas para saber lo que pueden sufrir los padres ante problemas como ese, y estaría bien que la Administración se ocupara más en ofrecerles apoyo y medios para afrontarlo, en lugar de echarles una culpa que no tienen.

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Lo de la incapacidad para tratar el tema del alcohol y la juventud parece que no está limitado al Ayuntamiento. En una campaña parecida del Ministerio de Sanidad y Consumo, al comparar las dos piezas gráficas se le ponen a uno los pelos de punta: el alcohol en el hombre provoca una situación de ridículo, pues sí, pero es el menor de los argumentos posibles: ni afectaría a la salud ni tendría efectos secundarios. En cambio en la mujer el argumento se refiere a la vulnerabilidad. ¿Vulnerable frente a qué?. Mejor no esforzarse por entenderlo.

Frente a la publicidad, cuando es de producto, estamos preparados; forma parte del juego del consumo. Sin embargo, cuando la publicidad lo es de ideología rancia, paternalismo institucional y moralina barata, no hay mecanismos de defensa que valgan. Sólo cabe rebelarse… y cambiar de canal. O de gobernantes.