Como hay puente y no hay por qué matarse, voy a librarme de una cursilería intragable que tengo atragantada desde hace días. Va de un reportaje que leí el domingo pasado en 'El País Semanal', una publicación sobre la que ya opinaré en otro momento. El caso es que dedicaban un mogollón de páginas a preguntar a cocineros (bueno, ellos no preguntaban, sólo copiaban de un libro) la siguiente cosa: "¿Qué le gustaría comer el último día de su vida?".
Adriá se decantaría por el marisco para su cena final.
Aún no lo he superado. Les preguntaban qué pedirían si supieran que les quedaban horas para morir. "Merluza en salsa verde", decía Juan Mari Arzak. El famoso Ferran Adriá, del 'Bulli', iba por "marisco preparado a la japonesa". Un tal Masa Takayama, cocochas fritas, hígado de pescado y cosas así. Otra cocinera, llamada Lydian Shire, prefería un solomillo con patatas fritas y zanahorias. Y un inglés, Gordon Ramsay, tiraba por el rosbif.
¿Escucharon de verdad la pregunta? Los únicos que tenían un poco de sentido eran Daniel Boulud, que iba fuertecillo (sopa, foie-gras, langosta, pescado, faisán o perdiz, costillar de cordero, quesos, dos postres, bombones y pastelitos) y Fergus Herdenson, que pedía erizos de mar y helado de chocolate, pero sobre todo muchos cigarrillos.
Resulta que te vas a morir, ¿y pides merluza? ¿Y por qué no un caldito ligero? El café, con sacarina, claro, y una pastillita de antiácido, que nunca se sabe.Hay que joderse con la exquisitez publicitaria.
Yo no sé usted, queridísimo lector. Pero si puedo opinar antes de palmarla, para mi última cena quiero whisky, martinis, tabaco, un surtido de estupefacientes y varias señoritas casquivanas. Si da tiempo a comer, pues ostras y chuletón. Si no, no pasa nada. Ya comerán los gusanos.
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Anatoli es extranjero y célibe. Está dotado de una poderosa ignorancia, lo que le convierte en un polemista temible. Le gustan el fútbol, los membrillos y los sucesos truculentos. Nunca ha escrito un blog. Parece improbable que le permitan intentarlo de nuevo.
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