Horas antes del fin del ultimátum dado por Microsoft a Yahoo!, el huracán Ballmer pasó por España. En 24 horas, al Presidente de Microsoft le ha dado tiempo de reunirse con César Alierta (Telefónica), arengar a los empleados de su filial española, comer con 400 directivos y 73 periodistas, firmar un acuerdo con el ministerio del omnipresente Sebastián (más La Caixa y HP), reunirse con la ministra Garmendia para ‘hablar de innovación’, conceder alguna entrevista y además, hacer footing por Madrid.
Steve Ballmer.
Vamos, lo mismo que el resto de seres humanos (al menos, los que no dirigimos una de las empresas más poderosas del mundo) queremos decir con la expresión ‘estoy liado’. Pero una no se imagina a este hombre fornido, de voz potente y 52 años bien llevados, cansado. Pertenece a esa raza superior capaz de soportar un vuelo de 20 horas o una noche en vela trabajando sin el menor rastro de fatiga física o mental. El tipo de jefe que se va el último de la oficina y al que no hay forma de decir que no.
Tanta energía tiene su lado malo. Ballmer, un showman y orador divertido y capaz al más puro estilo norteamericano, es famoso por dos momentos de pasión. El primero, su grito ‘developers, developers’ (si alguien aún no ha visto el vídeo en YouTube en el que el 43º hombre más rico del mundo según Forbes hace el mono encima de un escenario, es el momento). Y el segundo, la escena deliciosamente apócrifa que dicen que montó al ex Microsoft Mark Lucovsky cuando le anunció que se pasaba a Google, con lanzamiento de silla incluida y exabruptos que sólo la Wikipedia en inglés puede reproducir con elegancia. También es famoso por comparar a Linux con el comunismo o por prohibir a sus hijos utilizar Google y el iPod.
Para decepción de la audiencia, en la masiva comida de directivos y prensa celebrada hoy, Ballmer ha estado mucho más comedido. Situado, como si fuera el novio de una gigantesca boda, en el único punto desde donde se podía ver a todos los invitados tomar su ensalada de langostinos con aguacate, carne fría, helado y café; el billonario ha entretenido a su audiencia durante 17 minutos y contestado a alguna pregunta inofensiva convenientemente filtrada y realizada por escrito. Eso sí, le ha dado tiempo de aconsejar a Francisco González (presidente del BBVA) que si alguna vez quiere comprar una empresa, nunca lo reconozca en público; o de afirmar que Apple, en realidad, tampoco está vendiendo tantos iPhones.
Sobre la crisis, ha dicho que ‘todo el mundo está preocupado’, y que es un momento de transición en la economía, pero que su empresa seguirá invirtiendo en I+D. Y sobre el futuro, ha predicho que en los próximos 10 años hablaremos con los ordenadores gracias al desarrollo de la inteligencia natural; que todas las comunicaciones (prensa, televisión…) serán digitales y nos llegarán mezcladas a través de internet; que bastará sacar el teléfono para hacer videoconferencias; que los hogares tendrán todos sus dispositivos interconectados a lo Surface y que las energías serán más limpias.
Justo al final de la charla, y ante la pregunta de quién es el gran enemigo de Microsoft, Ballmer ha resumido con claridad la encrucijada en la que se encuentra su empresa. "La competencia más importante son los cambios en el software. El clásico lo hacemos muy bien, pero si cambiamos a un modelo de negocio basado en la publicidad aún estamos en el principio", ha confesado, para añadir después que su enemigo, si hablamos de publicidad, es Google. Si nos referimos a hardware (en cuando a soporte para introducir software), el problema es Apple. Y en cuanto al ámbito del negocio, el tercer adversario es difícil de batir viene sin rostro y es gratis: el software libre.
Cuando, dentro de días, Bill Gates legue el imperio en las grandes manos de Ballmer apoyadas por el brillante Ray Ozzie, le deja también estos tres grandes enemigos con los que ninguna empresa querría vérselas, más algunos ‘ligeros’ problemas como el fallido Vista, el ‘affaire’ Yahoo! y una modernización pendiente de la empresa para reconvertirse a los tiempos en los que toda la idea de software está en crisis. Después de 28 años dentro de la empresa, aún tiene un trabajo duro por delante. Pero energía no le falta.
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El único enemigo que tiene este señor es que ya no le permiten seguir monopolizando el mercado. +
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