Los tiempos avanzan y, hoy día, lo mismo puedes escuchar reggaeton a todo volumen con tu teléfono mientras viajas en el metro, conectarte a internet desde el telesilla antes de tirarte por una pista de esquí, o inmortalizar cualquier evento con la cámara digital -ya sea de fotos o de vídeo- del móvil. El último hito para aquellos que no pueden prescindir de la tecnología durante las 24 horas del día es el levantamiento de la prohibición de utilizar el teléfono móvil en el avión. Lo acaba de anunciar la Unión Europea. Será caro, pero se podrá llamar, conectarse a internet y mandar mensajes en el espacio aéreo comunitario. Analizando bien la situación, ¿es una buena o una mala noticia?
¿Los móviles nos han hecho perder el pudor?
La posibilidad de utilizar el teléfono móvil en pleno vuelo se une a la de hablar por teléfono desde trenes, autobuses, e incluso dentro de los vagones del metro. ¿Avance o retroceso?, se preguntan algunos. La respuesta parece obvia: los móviles nos han cambiado la vida, nos han dado libertad, comodidad, rapidez... Sin embargo, son cada vez más los que empiezan a estar hartos de las consecuencias del abuso del teléfono móvil en los espacios públicos. Gritos del tipo "¡no tengo coberturaaaaaaaaaaa!" o confesiones personales -"Antonio me ha dejado"-, son sólo algunos ejemplos de conversaciones que tenemos que escuchar en restaurantes, transporte público o caminando por la calle, sin que queramos ni podamos evitarlo.
Jamie Spiegelman y Allan Detsky, investigadores de la Universidad de Toronto (Canadá), creen que, detrás de las "ventajas obvias" que nos han traído los aparatos de telefonía móvil, debemos pensar en los peligros de la tecnología, cuando deja de ser funcional y empieza a inmiscuirse en nuestro día a día. Accidentes de coche, eliminación del cara a cara, comportamientos antisociales, e incluso imposibilidad de mantener las fronteras entre su vida laboral y personal, son sólo algunos ejemplos de cómo el móvil pasa de ser un aparato útil a convertirse en una esclavitud. En un artítulo publicado en la revista 'Journal of the American Medical Association', advierten que todo esto puede derivar en escasa productividad, estrés y deterioro de las relaciones personales. Pero sobre todo, ambos científicos hacen hincapié en la creación de una nueva necesidad "artificial": la de estar siempre conectados y localizables.
¿La culpa? Para algunos, el origen de esta "esclavitud" es la velocidad a la que vive atada la sociedad moderna. Según el periodista canadiense Carl Honoré, "la velocidad nos alcanza a través del teléfono móvil, la Blackberry, el correo electrónico, las agendas electrónicas (...)". En su libro 'Elogio de la lentitud', analiza, entre otras cosas, el efecto del correo electrónico y de los teléfonos móviles, que "exigen una respuesta inmediata", sobre nuestro estilo de vida. Estas herramientas que, normalmente nos hacen la vida más rápida, tienen, según él, un efecto adverso, ya que nos someten a "la presión de la fecha límite, lo cual deja escaso tiempo para el sosiego y la recuperación", y nos hacen perder aquellas cosas que necesitan lentitud. Según Honoré a veces esto ocurre por mantener el ritmo, o simplemente para parecer ocupado. Así, dice el periodista, "cada vez son menos los pasajeros de un autobús que miran por la ventanilla".
La costumbre de hablar por el móvil en autobuses y trenes nos hace pensar inmediatamente en otro daño colateral del abuso del teléfono móvil: la pérdida de intimidad. El tema ha sido abordado desde todos los puntos de vista. De él han hablado psicólogos, científicos, políticos e incluso artistas. Sobre "el fenómeno global de las conversaciones por teléfono móvil" han versado algunas manifestaciones artísticas en los últimos tiempos, como Disembodied Voices, de Jodi Zellen, que "explora la banalidad de las conversaciones por teléfono móvil que se entrometen en nuestros espacios públicos urbanos". Esta iniciativa tuvo lugar hace algunos años, pero todavía existe el foro en el que los internautas pueden debatir (en inglés) sobre cómo estas conversaciones semipúblicas que se confunden unas con otras en las ondas electromagnéticas, han pasado a formar parte del mobiliario urbano, en un "irritante ubicuo en la sociedad contemporánea", en palabras del autor de la obra.
Conforme va aumentando el malestar por el uso abusivo del móvil en los espacios públicos, van aumentando el número de prohibiciones. Tanto en el cine y en el teatro, como en las aulas escolares, ya son artilugios 'non gratos'. Algo parecido ocurrió con el tabaco, que pasó de consumirse habitualmente a ser perseguido en muchas ciudades del mundo. No tan radical como el movimiento anti tabaco , el asedio a los móviles es un fenómeno muy reciente, pero cada vez son más los países que estudian cómo acabar con las molestias que genera el mal uso del teléfono celular:
Algunos son más radicales:
Tampoco es el ruido lo único que molesta:
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No sé a quién demonios le ha parecido buena idea poner cobertura en el metro de Madrid. ¡Ya no queda donde esconderse! +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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Son los cien primeros, como podrían ser doscientos o diez. Lo importante es el concepto. La idea de tener unos días para llevar a cabo la transición desde la oposición al gobierno. Del banquillo, a llevar el dorsal titular. Nunca tendremos una segunda oportunidad de crear una buena primera impresión. Y los cien primeros días son esa primera impresión. Veamos su importancia.
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