Sin Zapatero no hay paraíso

Pizarro con las manos en actitud de orar sigue desde el purgatorio -la quinta fila de la bancada popular- el idílico discurso del presidente. Zapatero desgrana desde su nube las medidas que su Gobierno pondrá en marcha en los próximos cuatro años. Muchas todavía se encuentran en el limbo, pertenecen al universo de las ideas, como la concesión de microcréditos a los inmigrantes para que vuelvan a su infierno particular.

(REUTERS)

Zapatero, tras su discurso.

Leire Pajín, secretaria de Estado de Cooperación Internacional, asegura en los pasillos a soitu.es que "por ahora es sólo un proyecto que hay que ir trabajando" y de paso puntualiza que no la ha llamado nadie -se refiere al rumor que la coloca de ministra de Asuntos Sociales- y que, además, quiere continuar en su cargo. Caldera, ministro de Trabajo, tampoco sabe cómo se materializará, pero los asesores de Zapatero parecen tener la clave aunque este tema no es una de sus prioridades.

Al 'popular' Juan Costa, le parece una más de las medidas paridas en su partido que el presidente ha usado. Lo mismo opina Carlos Aragonés. El ex jefe de Gabinete y fontanero mayor del PP todo lo había oído ya, "en conjunto suena bien, adecuado". Ambos diputados, puntales estratégicos 'populares' anteayer, ignoran a estas alturas qué será de ellos. Aragonés, con su habitual ironía, esperaba "poder seguir siendo 'advertising assistant', yo creo que se dice así en inglés".

El Congreso de junio, a la vuelta de la esquina ya, es otro de los misterios de este convulsionado partido al que le espera una interesante travesía del desierto. Los populares no se callan fuera de cámara. La crítica, nunca autocrítica, está presente en cualquier corrillo: "Estamos mal, eso es evidente, no se puede ocultar". La frase pronunciada por uno de los puntales populares se come la novedad del nombramiento de Sáenz de Santamaría, la mujer sobre la que ha decidido la nueva guardia que se posen los focos.

El propio Rajoy, interrogado sobre el discurso a la salida del hemiciclo, le echaba el muerto a su portavoz. 'Eso a Soraya, pregúntale a ella'. Pero Soraya no es hoy noticia. Su hiperactividad en el escaño, las órdenes que da sin cesar a José Luis Ayllón y que él asume en el acto, interesan menos. Es lo que tiene la actualidad, o se sabe manejar con maestría o se desvanece. Y el empacho SSS todavía está sin digerir.

Hasta el moderadísimo Bono suscitaba más miradas. El nuevo presidente del Congreso con dos reglamentos sobre la mesa y un bolígrafo rojo, "Es que no tenía otro. ¿Es muy llamativo, no?" se disculpa por distraer la atención. ¿Se aburre mucho?, le pregunto. "Qué va, es que tengo una tele pequeñita delante y por eso fijo la mirada". Además, juguetea con los pulgares o sujeta el atril con ambas manos como si se fuera a derrumbar en medio de las celestiales palabras de Zapatero. Qué hacer con las manos durante un discurso que da como para elaborar una tesis.

Sonsoles Espinosa, con un traje beige de marcadas hombreras y broche en la solapa, entrelazaba los dedos mientras la voz de su marido retumbaba en la sala. En esta especie de Edén en que se ha convertido el Congreso hoy, hasta los populares han sumado aplausos a los socialistas. Sólo una docena, Lasalle y Aragonés entre otros. El motivo: el recuerdo de Zapatero a las últimas víctimas de ETA. La corbata verde de Rajoy desprendía aroma a hierba fresca. ¿Durará este sueño toda la legislatura?