Doce propuestas de intelectuales para resolver la crisis en el Tíbet

Aquí está el texto completo de la petición firmada por varias decenas de intelectuales chinos a propósito de la crisis del Tíbet. Puede consultarse el texto original en esta página web en chino.

Por el momento, el estilo de la propaganda unilateral desplegada en los medios de comunicación oficiales chinos, atizando el resentimiento étnico y exacerbando la tensión resultante de la situación actual, ha minado de manera considerable el objetivo de la salvaguardia de la unidad nacional: exigimos poner un término a este tipo de propaganda.

Apoyamos el llamamiento del Dalai Lama en favor de la paz, esperamos que siguiendo los principios de bondad, de paz y de no violencia, se encuentre un resultado favorable de los enfrentamientos étnicos. Condenamos todas las acciones violentas dirigidas hacia civiles inocentes y suplicamos firmemente al gobierno chino que abandone la represión violenta; exigimos también a la población tibetana que se abstenga de toda acción violenta.

El gobierno chino afirma en su propaganda que "existen suficientes pruebas para demostrar que el clan del Dalai Lama ha "organizado, premeditado y planificado en menor detalle" los presentes acontecimientos. Esperamos que el gobierno muestre estas pruebas y proponemos que el gobierno invite al Consejo de Derechos del Hombre de la ONU, a que diligencie una investigación independiente sobre estas pruebas, sobre el desarrollo de los acontecimientos y sobre el número de muertos y heridos si éste desea modificar el punto de vista contrario y la actitud de duda que prevalece en la comunidad internacional.

Consideramos que las declaraciones al estilo de la Revolución cultural, como las hechas por el dirigente del Partido comunista en la región autónoma del Tíbet que afirma que "el Dalai Lama es un chacal con hábito de monje, un demonio con rostro humano y con corazón de bestia salvaje" no son de ninguna ayuda para aliviar la situación y no mejoran la imagen del gobierno chino. Consideramos que el gobierno chino, el cual intenta a toda costa integrarse en la comunidad internacional, debe mostrar una cara conforme a un estilo de gobierno moderno civilizado.

Observamos que el mismo día que estallaron acciones violentas en Lhasa (el 14 de marzo), los responsables de la región autónoma del Tíbet declararon conservar suficientes pruebas para demostrar que el clan del Dalai Lama organizó, premeditó y planificó esto en menor detalle. Esta declaración muestra que las autoridades del Tíbet sabían de antemano que iba a estallar la violencia, pero que no tomaron ninguna medida eficaz para impedirlo o limitarlo. Es conveniente dirigir una investigación rigurosa con el fin de determinar si hubo negligencia y sacar las pertinentes consecuencias si procede.

Si, en resumidas cuentas, es imposible demostrar que los acontecimientos fueron organizados, premeditados y planificados en menor detalle, y que se trataba de una "revuelta popular" provocada, habrá que buscar a los responsables que provocaron esta revuelta popular fabricada de falsas informaciones para engañar al gobierno central y a la población. Igualmente habrá que entablar una reflexión profunda y sacar las lecciones de esta experiencia con el fin de evitar que estos hechos vuelvan a producirse.

Exigimos con vigor que el pueblo tibetano no sufra investigaciones generalizadas ni ajustes de cuentas. La sentencia de los que hayan sido detenidos deberá seguir un procedimiento jurídico abierto, justo y transparent. De lo contrario, no aliviará a las partes implicadas.

Suplicamos al gobierno chino que permita a los medios de comunicación chinos y extranjeros que gocen de confianza pública dirigirse a las áreas tibetanas con el fin de llevar conversaciones independientes. Consideramos que el bloqueo mediático actual no puede suscitar el recelo de ciudadanos y de la comunidad internacional; éste deteriora la credibilidad del gobierno chino. Si el gobierno controla la situación, no hay razón por la que temer una investigación meticulosa. Solamente adoptando una actitud abierta, nuestro gobierno podrá influir la desconfianza actual de la comunidad internacional para con él.

Exigimos al pueblo chino y a los chinos que se encuentran en el extranjero que conserven una actitud tranquila y tolerante y que se dediquen a una reflexión profunda. La visualización de un nacionalismo vehemente sólo provocará el rechazo de la comunidad internacional y perjudicará más a la imagen internacional de China.

En los años 80, las protestas del Tíbet se limitaron siempre a Lhasa. Esta vez se han difundido en todas las regiones tibetanas. Este deterioro de la situación demuestra que la política tibetana ha quedado manchada de graves infracciones; las administraciones concernidas deben hacer su examen de conciencia y cambiar radicalmente una política étnica que ha demostrado su fracaso. Para evitar que tales hechos vuelvan a producirse, el gobierno chino debe respetar el derecho a la libertad de religión y a la libertad de palabra claramente estipuladas en la constitución china; permitir a la población tibetana que exprese plenamante su desagrado y sus esperanzas y permitir a los ciudadanos de todas las etnias que expresen sus críticas y sus propuestas de cara a la política étnica del gobierno.

Consideramos que es necesario eliminar el resentimiento étnico, llevar a cabo la armonía entre las etnias y dejar de exagerar la división entre las diferentes etnias. Si un país quiere evitar el desmembramiento, primero debe evitar la fractura étnica. Por esta razón, exigimos a los dirigentes chinos que dialoguen directamente con el Dalai Lama. Esperamos que chinos y tibetanos puedan eliminar malentendidos, desarrollar intercambios y fomentar la unión entre ellos. Aunque se trate de agencias del gobierno o de organizaciones populares y de personalidades religiosas, todos deben obrar en vista a este objetivo.