Dos ministros socialistas "mayores" recomiendan a sus colegas del partido "paciencia y discreción", mientras esperan a que suene el timbre de la Presidencia del Gobierno. Zapatero ni tiene prisa ni consiente muchas filtraciones, lo que convierte la incertidumbre de la espera en angustia.
Zapatero no acostumbra a filtrar los nombres de sus ministrables
¿Qué se puede hacer para soportar o disimular la angustiosa espera de la llamada del presidente en la que te comunicará que eres ministro? A todos los aspirantes a ministrables --que son muchos-- la Semana Santa se les va a convertir en un prolongado Viernes de Dolores, harán el vía crucis con resignación y si Zapatero no lo remedia, llegarán al Domingo de Resurrección más muertos de ansiedad que vivos por la alegría.
Carlos Solchaga y Juan Manuel Eguiagaray sueltan la carcajada al escuchar la pregunta. Son viejos zorros, ex ministros en los gobiernos de Felipe González (Solchaga de Industria y Energía primero y de Economía después, Eguiagaray, de Administraciones Públicas e Industria después) practican el sentido del humor, y además, ahora lo hacen con el regocijo pillín de los que ya están de vuelta y sonríen al pensar en tantos compañeros con aspiraciones que van a pasar una semana jorobada.
"Era 1982. Recuerdo que mi angustia duró siete u ocho días, cuando ganamos las primeras elecciones. Yo sabía que Felipe estaba formando el Gobierno, y me preguntaba si me llamaría. Aquellos días fueron los peores. Por suerte, no duró mucho. En noviembre murió la mujer de Ramón Rubial (presidente del PSOE) y en el entierro, Felipe, al pasar por mi lado, me dijo: "te quiero ver el lunes". Se me pasó, porque comprendí que contaba conmigo", recuerda con precisión el ministro de Tafalla.
Pero confiesa que durante aquellos días de espera de octubre-noviembre de 1982, ni a su mujer le dijo una palabra. "El miedo al fracaso, a que no me llamara para nada, me mantenía callado", reflexiona un Solchaga que luego formó parte de todos los gobiernos de González hasta 1993 y ejerció una notable influencia sobre el presidente para nombrar a sus colegas en el Gabinete.
En esto de los ministrables están los que confiesan que esperan y los que lo ocultan en lo más profundo de su ego. La historia de aquel malvado periodista que un día pasaba al lado de un becario y le dijo "suenas para director, estás en la lista", ante el pasmo y la incredulidad del becario. Al día siguiente, el becario le paró y le preguntó "¿y en qué puesto de la lista estoy?". Es un retrato de lo que pasa entre los colaboradores-as del presidente, que en vez de estar rodeado de becarios está rodeado de ministrables. Salvo excepciones contadas, cada colaborador, desde el rinconcito más profundo de sus entrañas, se pregunta "¿y por qué no yo, si me ha mirado?"
Para Eguiagaray Ucelay la primera vez que le llamaron para ser ministro no sufrió la más mínima tensión o angustia. "La verdad es que sabía que mi nombre sonaba, pero no estaba preocupado. Había otros muchos y eran los tiempos en los que en el Gobierno había que respetar el equilibro de Alfonso Guerra, que se acababa de ir". Y en aquellos tiempos, para la prensa y parte del partido, Eguiagaray, que había sido uno de los negociadores en las conversaciones con ETA en Argelia, fue un nombre que propuso Txiki Benegas, heredero del guerrismo dentro del aparato del partido.
Pero la segunda vez ya fue otra cosa. En 1993, Felipe tenía que decidir si contaba con él en el Gobierno o no. Eran tiempos turbios aún, donde incluso el todopoderoso Solchaga tuvo que pasar a hacerse cargo del Grupo Parlamentario y el nombre de Eguiagaray salía en las quinielas "como posible ministro de Interior, de Defensa y al final, caí en Industria. En aquellos días sí que tuve incertidumbre, hablaba con otros compañeros que yo pensaba que podían tener más información que yo... Pero siempre dormí profundamente", remacha el ex ministro vasco.
¿Qué se puede recomendar a sus colegas que ahora esperan la llamada del presidente? Eguiagaray piensa que nada, solamente esperar y no meter la pata. "Hay que hacer tantas combinaciones y ajustes, que es mejor no moverse. En las listas presidenciales, una es verdadera por la noche, y de madrugada los nombres han cambiado, así que paciencia" recomienda a los aspirantes.
Solchaga reconoce que con Zapatero puede ser un poco más difícil saber quién tiene posibilidades y quién no, sobre todo porque nadie sabe a ciencia cierta quién influye en el presidente para los nombres o con quién los consulta. ¿Con su primo hermano, José Miguel Vidal Zapatero; con el economista Miguel Sebastián; con el fontanero mayor, José Enrique Serrano? Con todos y con ninguno, porque el único que tiene toda la información es el propio Zapatero y raramente filtra nada.
O Esta vez, además, la cosa esta difícil. Sólo hay 16 carteras para repartir -aunque puede que haya una nueva para Miguel Sebastián- y decenas de ilustres que se sienten ministrables. Y bastantes carteras adjudicadas, según las apariencias. La de Solbes como vicepresidente y la de De la Vega como vicepresidenta resultan inamovibles. Así como la de los últimos ministros nombrados Bernat Soria, César Antonio Molina, Carme Chacón, Mariano Fernández Bermejo... Si además cumple con todos los que defienden ante sus íntimos que tienen derecho a cartera y que se la ha prometido, como Jesús Caldera o Sebastián, más la cuota femenina que tiene que cumplir, Zapatero tendrá que hacer varias combinaciones con las bolitas en el bombo. Y eso que esta vez los barones autonómicos tendrán menos peso en las decisiones del presidente, que ha ganado unas elecciones solito.
Eso en cuanto a los que están en el Gobierno o sus aledaños. Fuera están esos otros que rondan por círculos progresistas, que tanto le gustan a Zapatero, esas figura al estilo del científico Bernat Soria --hoy ministro de Sanidad-- o del poeta y escritor César Antonio Molina --hoy ministro de Cultura--, que destacan en un sector social o cultural y que le caen bien al presidente por su gestión, sus valores o simpatías. O por todo a la vez. Entre la retahíla de artistas, escritores, científicos, deportistas o profesionales que le han apoyado en la campaña siempre habrá una decena de personajes que no le harían ascos a una cartera e incluso se les puede haber pasado ya por la cabeza ante el mínimo guiño presidencial en el último acto público.
A estos y a los otros, los ministros seniors no tienen mucho que recomendarles. Sólo la citada "paciencia" y "discreción" que es más fino que decir que la espera se soporta con "ajo, agua y cebolla". Con un poco de suerte, puede que el teléfono de La Moncloa suene antes de lo previsto -dudoso-- y el vía crucis termine con el domingo de Resurrección. Pero el presidente se va de vacaciones y no va a tener prisa hasta la víspera de la investidura, allá por el "lejano" 7 u 8 de abril para los que esperan. Tan sólo para dentro de tres semanas, para el resto de los mortales.
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