Pieldigital, por Juan Freire
La tecnología nos hace humanos
A CORUÑA.- La paradoja de la productividad ha desafiado a los economistas desde la década de 1980. Como ya explicaba Enrique Dans en un artículo (pdf) en ABC en el año 2000, esta paradoja consiste en la "no evidencia de ganancias de productividad asociadas a la inversión en tecnologías de información, por así decirlo, la idea de que todo ese dinero gastado en ordenadores realmente no sirve para nada". Pero, ¿cómo es posible que no se haya demostrado el efecto de las tecnologías de la información a pesar de su evidente impacto en la forma de trabajar en el mundo corporativo?
Los empleados más productivos captan nueva información antes que sus colegas ('information hubs')
Erik Brynjolfsson, del MIT Center for Digital Business, ha sido uno de los investigadores que más activamente ha tratado de aclarar esta paradoja (publicó una revisión sobre el tema ya en el año 1994 y numerosos artículos sobre el valor para las empresas de las tecnologías de la información). En Beyond the productivity paradox (pdf) explicaba la necesidad de mejorar los métodos de observación del funcionamiento de las organizaciones, más allá de las medidas brutas de inversión en tecnologías y de productividad por trabajador. Sólo de este modo sería posible entender cómo la tecnología influye sobre el comportamiento y rendimiento de trabajadores y organizaciones. La cuestión no es trivial dado que, por ejemplo, se considera que a día de hoy más del 70% de los empleados estadounidenses trabaja con información, son 'information workers'.
Pero sólo muy recientemente, los analistas han dejado de medir los tangibles -la tecnología- para preocuparse por los intangibles -los flujos y gestión de información en las organizaciones-. Y de este modo, parece que la paradoja empieza a disolverse. Un reciente trabajo del propio Erik Brynjolfsson, junto con Sinan Aral y Marshall Van Alstyne (Productivity Effects of Information Diffusion in Networks, pdf) proporcionó al fin, según sus autores, la primera evidencia empírica de que la difusión de la información dentro de las redes de una organización mejora la productividad. El artículo ha sido objeto de una información de la escuela de negocios MIT Sloan Management, Understanding productivity in the Information Age, en la que se hace un buen resumen de sus principales resultados.
Los autores tuvieron acceso a diez meses de datos del flujo de correo electrónico dentro de una empresa dedicada a la selección de ejecutivos. Los principales resultados muestran que aquellos empleados con fuertes redes sociales (basadas en el número de contactos y de correos electrónicos que envían y reciben) reciben antes y más nueva información que sus colegas peor conectados y, como consecuencia, son más productivos. Así logran completar más proyectos por unidad de tiempo y generan más beneficios a su empresa. Si nos vamos a los detalles, podríamos identificar estos patrones básicos en los flujos de información dentro de la empresa:
En resumen, más y más diversas relaciones sociales mejoran las habilidades para la gestión de la información y esto se traduce en incrementos en la productividad. Pero este estudio analiza una tecnología y un canal de comunicación, el correo electrónico, que camina rápidamente hacia la obsolescencia. El artículo del grupo del MIT ha sido comentado en Adoption Curve, Information hubs in a post-email world, donde se preguntan por la relevancia de estos resultados en entornos en los que el correo cede importancia ante otros canales digitales de comunicación, desde la mensajería instantánea a herramientas de microblogging como Twitter.
Además, la irrupción de la web 2.0 y de los usuarios como creadores de contenido ha provocado una exuberancia de información, que además ya no se concentra tras los muros corporativos. Cuando la información se convierte en una mercancía o 'commodity', deja de tener valor por si misma. En este sentido, serán aquellos capaces de acceder mejor y más rápido a la información y que le den mejores usos mediante su remezcla y uso creativo -los brokers de conocimiento- quienes aporten más valor en las 'industrias del conocimiento'. El hecho de que esta tendencia ya se evidencie con redes sociales basadas en tecnologías tan poco sofisticadas como el correo electrónico, no hace más que indicarnos el impacto de este proceso en la empresa 2.0.
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Juan Freire es biólogo, profesor universitario y emprendedor. Apasionado por la tecnología como motor de cambios sociales y oportunidades de desarrollo.
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