En los kioskos continúa la resaca de los Goya. Una noche en la que el cine español se pone vestidos de cola y pajaritas. Sonrisas, flashes, sorpresas, repeticiones y demandas. Pero ni una palabra de cifras. El público no responde en las salas, pero ya se sabe, no es un problema de calidad sino de apoyo institucional, financiero e industrial. Algo así ocurre en la pasarela Cibeles, el escaparate de la moda española. Pueden las modelos, las fotos y el 'glamour'. Un espejismo de éxito que se merece un Goya.
Goya honorífico: llevan mucho tiempo desfilando en Cibeles. Y salvo que decidan lo contrario ahí seguirán. Son Modesto Lomba, Francis Montesinos, Elio Bernhayer, Jesús del Pozo, Ángel Schlesser, Torretta... Ninguno espera ya su mejor actuación y se mueven en registros cómodos que les dan resultado. Podrían seguir interpretando el mismo papel sobre la pasarela –algunos lo hacen- mientras quieran, porque los criterios que se exigen para desfilar en Cibeles, debido a su trayectoria, no les afectan "salvo que la temporada anterior sufran un tremendo fracaso comercial", explica Leonor Pérez Pita, directora de la pasarela. Algunos de los veteranos saben rentabilizar su marca y se apuntan a dar licencias para fabricar gafas, accesorios, papelería o perfumes. Viven de su firma pero no necesariamente de la moda.
Goya a la mejor colección:
aúnan riesgo, creatividad y calidad, pero no siempre venden. Son Amaya Arzuaga, Ailanto, Miriam Ocáriz, Locking Shocking, David Delfín... En algunos casos se enfrentan a problemas de apoyo económico e industrial. En España no ocurre como en otros países en los que la moda está considerada una expresión artística y cultural y no sólo se subvenciona sino que cuenta con iniciativa privada que cree en un diseñador y le permite producir. Pero 'Spain is different'. Sólo hay que fijarse en la colección de Mango de las hermanas Cruz. Sergio Pastor, mitad de Spastor -firma que abandonó recientemente la pasarela-, lo tiene claro: cuando Miriam Ocáriz vendía camisetas en Colette, cuando Aitor e Iñaki de Ailanto vendían en el extranjero, entonces había que haberles financiado. Y no sólo por ellos, sino porque hay que crear un tejido para los que vienen.
Goya a la colección revelación: son la savia nueva de Cibeles. Luxoir, El Delgado Buil, Josep Abril, Carlos Díez... Para desfilar por primera vez deben presentar un amplio dossier de su colección anterior del que se valora –un comité apoyado por expertos de medios de comunicación- "la creatividad y la calidad". Después de realizar su colección la mayoría no puede producirla comercialmente. Como explica Ana de Locking no es que no haya talleres, es que las fábricas industriales exigen una tirada demasiado grande, y para realizar una colección acorde con la demanda deben contratar a varios pequeños talleres, lo que encarece el producto. Después, el alto precio no permite alcanzar las ventas suficientes para rentabilizar con creces y poder producir una nueva colección. Algunos se asocian con marcas para sacar colecciones o productos con su firma (así lo hicieron Duyos, Ailanto, Carlos Díez o David Delfín). El problema es que se exigen resultados a corto plazo, obligando a los diseñadores a renunciar a una parte del riesgo y la creatividad que les hicieron encumbrarse en la pasarela y ganar, por ejemplo, el Premio L'oreal.
El discurso de la directora: lleva más de 20 años al frente de Cibeles y está orgullosa de una pasarela que financia los desfiles –con un presupuesto de 7 millones de euros al año-, al contrario de lo que ocurre, afirma, en la de París, Londres, Nueva York o Milán. Los diseñadores están de acuerdo: desfilar en Cibeles es un lujo, aunque algunos echan de menos la posibilidad de que los desfiles sean más espectaculares. Leonor Pérez Pita contesta: deben plegarse a las condiciones de los servicios feriales y de seguridad. El show de los desfiles de otras pasarelas internacionales ni se intuye. Tampoco la cobertura mediática. Ni rastro de las revistas de moda de cabecera. Nada de un Vogue América, Francia o Italia. Ni un ELLE (salvo el de Argentina). ¿No les han invitado? ¿No han querido venir? ¿No hay presupuesto para invitarles? La directora de Cibeles no lo sabe porque "el tema de la prensa internacional lo lleva el departamento de prensa con el ICEX". Quizás el desinterés comience ya dentro de la organización de Cibeles. Quizás, simplemente, no se quiere analizar por qué la pasarela de Madrid no cuenta con el seguimiento de otras.
La Academia: es la asociación de la moda española, que agrupa a 27 diseñadores. El presupuesto del pasado año fue de 1.442.000 euros aunque para pertenecer a la asociación hay que pagar una mensualidad y una cuota de inscripción. Con ese presupuesto organizan iniciativas como una presentación de moda española en Nueva York que realizaron en 2007 y a la que asistió Anna Wintour. El presidente de la asociación, Modesto Lomba, asegura que la moda española va viento en popa. Eso sí, contando con los Zaras y Mangos. Dejando la ropa 'fast food' aparte, Lomba desconoce lo que facturan sus compañeros, aunque asegura que deben obtener altos beneficios –"porque desfilar en Cibeles sale muy caro, y nadie que no facture podría permitírselo"-. La realidad es que para desfilar en Madrid los diseñadores sólo deben llevar su colección puesto que el resto (modelos, maquillaje, montaje, etc...) corre a cargo de IFEMA, la Comunidad de Madrid y los patrocinadores.
La gala: aburrida, como la de los Goya. Salvo honrosas excepciones que vienen a Cibeles a dar el máximo, el resto simplemente repite como un bucle discursos creativos ya vistos. En ocasiones no se sabe si lo que presentan está rescatado de la colección de la temporada anterior. Cierto que no hay apoyo económico como en otros países (Francia compró parte de Yves Saint Laurent para que no perteneciera por completo a una marca estadounidense, mientras que Loewe es francesa). Cierto que la iniciativa privada que apoya a un diseñador exige resultados inmediatos y obliga a hacer una especie de 'pronto moda'. Cierto que quienes viven en realidad de los diseñadores –de copiar, se entiende- como Zara o Mango no apuestan por ellos. Cierto que producir en España, con la deslocalización, es cada vez más difícil y que hacerlo en el extranjero con calidad es caro. Pero la realidad, frente a todos estos peros, es que en la moda, como en el cine, el público no responde. Y quizás, de nuevo como en el cine, no todo obedezca a factores externos. Puede ser el momento, ahora que empieza de Cibeles, de que los diseñadores y la organización hagan algo de autocrítica.
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