Estercolero de estercoleros

La agradable sorpresa se está convirtiendo en triste decepción. Por exceso. Es decir, por repetición y por abuso. Y es que lo que parecía un programa original, con el paso de los programas, de los resúmenes, de los refritos, de la acumulación de porquería, comienza a aburrir. Hablo de 'Sé lo que hicisteis', bandera de La Sexta, espacio que ha dejado de criticar la miseria televisiva para convertirse en una granada selección de esas mismas miserias. Un "grandes éxitos" de basura ajena que, a fuerza de inundar la programación de la cadena, pasa a ser basura propia. Un programa para el mediodía que, lástima, ya no se puede ver con la familia: sonroja más que divierte.

Patricia Conde y Ángel Martín, presentadores de 'Sé lo que hicisteis'

Al principio la fórmula parecía correcta: vamos a darles de su propia medicina. Ahora suena ventajista: vamos a aprovecharnos de su medicina. Elegir los contenidos más duros, repetir los más sangrantes, equivale a aumentar las audiencias, qué duda cabe, pero también a reducir las distancias que separan al vigilante del vigilado. Y es que emitir por enésima vez a una concursante de 'Gran Hermano' menospreciar a un minusválido en el prehistórico 'Crónicas Marcianas' me temo que no aporta nada. Excepto audiencia. 'Sé lo que hicisteis' deja de ser la pesadilla de la telebasura para convertirse en una sutil y sibilina forma de telebasura.

Lo que parecía un programa original, creativo y con futuro, se ha quedado en dos detalles iniciales: una buena idea, mancillada seguramente por la avaricia que provocan las audiencias, y una pareja de interesantes presentadores que ya está pidiendo a gritos un salto cualitativo. 'Sé lo que hicisteis' no está sabiendo adaptarse a las necesidades de un público que necesita alternativas a la mierda, no la mierda con diferente aspecto. Puede que todo fuese un simple golpe de suerte. Y que cuando el programa se ha hecho mayor, y ha perdido la capacidad de sorpresa, se haya quedado en pelotas: no ha sido capaz de crecer de forma inteligente, sin convertirse en un estercolero. Concretamente, en estercolero de estercoleros.

Nota I: ayer un lector, que firma como jjj, comentaba la posibilidad de hacer "reanálisis" de series y programas. Tenia razón: un programa o una serie pueden cambiar de la noche al día en muy poco tiempo. El de hoy es un ejemplo perfecto: cuando comenzó 'Sé lo que hicisteis' parecía una alternativa interesante. Hoy es una piltrafa más. Gracias jjj.

Nota II: otro lector plantea un problema diferente, pero también interesante, con el baloncesto (deporte evidentemente televisivo), como centro de la queja. Puesto que el lector en cuestión se expresa de manera solvente, me limito a transcribir su correo... Y que cada cual diga lo que piense:

"Mi hijo cumple hoy 18 años y como regalo pensaba comprarle entradas para el torneo de la EUROLEAGUE (que se celebra en mayo en el Palacio de los Deportes). Anoche escuché en la radio que hoy se abría la venta de localidades, y esta mañana -sin perder un instante- me he metido en la web para comprar... ¡¡¡Y una mierda!!!!! todo vendido. Quedaban quince entradas caras y desperdigadas... Mosqueado me he puesto a buscar en la red y encuentro que hay cerca de cuarenta establecimientos y empresas de distinto tipo que ofrecen entradas como reclamo publicitario, y que las agencias de viajes se han hecho con tantas como les han permitido. Ni tan siquiera respetan el porcentaje habitual para taquilla de otros actos... No sé tío, pero me parece una cabronada que tengamos que comprar en CARREFOUR, o leer el AS para poder "optar" a una entrada.

Si hay colas lo entiendo, si dan número -como hacen en otros eventos- jode, pero lo asumo, ahora esto... me parece una estafa y el capullo de mi hijo -y sus colegas-, que han dedicado el 90% de su vida al basket, no tienen ninguna opción (si no son grandes empresarios, faranduleros o Borbones). Sólo espero que la final la jueguen belgas contra ingleses para que se las coman los de la FIBA... Y conste que esta es la segunda cabronada, que en el europeo pasó lo mismo y tres cuartas partes del aforo todavía se pregunta por qué esos chicos tan altos botaban la pelota, en lugar de ir corriendo con ella bajo el brazo. Y ya está, cojones".