BARCELONA.- Da asco pensarlo. Pero juntar basura está de moda, y la tendencia tiene nombre: Trashion. Amanecer sobre un colchón rescatado del vertedero es muy trashion. Y a cualquiera le puede suceder. En Barcelona, más de un anfitrión que paga puntualmente su alquiler me confesó con orgullo que su somier lo encontró en la esquina, igual que la cajonera donde guarda los calzoncillos. Recoger de la calle lo que otros tiran dejó se ser una actividad exclusiva de indigentes en esta ciudad.
Un hombre pasa junto a objetos dejados en la basura.
Televisores con una tecla de menos, sillones con una pata floja, chaquetas sin un botón, impresoras sin tinta. De todo se puede encontrar. El Ayuntamiento emplaza a los vecinos a dejar en la acera los trastos que ya no usan y ahí se forman las montañas. Parecen barricadas hechas con tantos muebles como para decorar el salón al mejor estilo de la teleserie 'Friends': con una silla de cada color.
El valor en euros de la estética basurera nadie lo sabe con exactitud. En Nueva York cualquiera puede ganar 500 dólares por día vendiendo desde botellas vacías hasta basura virtuosa: como aquel hombre que vendió por 700 dólares un supuesto Toulouse Lautrec que encontró en la calle. Son historias que cuenta Ted Botha, un escritor sudafricano que lleva años juntando basura en Manhattan y escribió un libro sobre el tema: "Mongo, historias de basura". Barcelona parece que va por el mismo camino.
En esta ciudad cada persona produce 1,2 kilos de basura diaria, unos dos millones cuatrocientos mil kilos de deshechos cuya calidad mejora cada año. Sin ir más lejos, en 2007 España se convirtió en el tercer país de la Unión Europea que más ha gastado en Navidad, después de Irlanda y Chipre: 900 euros por familia entre paseos, comida y regalos, que pronto serán basura.
Tienda de Vaho en Barcelona.
«Con lo que la gente tira se puede vivir sin gastar un euro», me aseguró un chico frente a la verdulería del Mercado de Sants. Se llama Asier, tiene 20 años y dice que sus padres insisten en financiar su vida mientras dure en la universidad. Él prefiere seguir ocupando con sus amigos una casa abandonada que llenaron de muebles recogidos de la calle. La comida la pide en el mercado. «La gente quiere la fruta diseñada con ordenador. Por eso la fea tengo que tirarla o regalarla», me dijo la verdulera. Y aquella mañana Asier se llevó tres plátanos con la cáscara rayada, cinco mandarinas maduras y tres peras que no pasaron el casting.
Ante la rutina de lo ultranuevo crece la urticaria hacia el despilfarro, y la belleza de lo usado tiene un nuevo valor. En Barcelona dos diseñadores pasaron de ser estudiantes de 25 años a empresarios exitosos reciclando basura. Luca Leonardi y Patricio Abreu fabrican bolsos con banderolas publicitarias de PVC usadas. Su marca es Vaho y su lema «Todo objeto merece una segunda oportunidad». Así el comprador sabe que al llevar un bolso está colaborando en reciclar el mundo y paga gustoso. Aunque los bolsos cuestan hasta 90 Euros, tres veces más que un bolso común.
«Si la política es el arte de vivir en sociedad, hacernos cargo de nuestra basura no es otra cosa que hacer política», me recordó una amiga cuyo enemigo es el calentamiento global. Pero el dogma de la sostenibilidad también es un pretexto comercial. De ahí, el Trashion. La estética de lo prolijamente descuidado domina la moda basurera. En España hoy existen más de diez empresas como Vaho, que fabrican bolsos con banderolas publicitarias usadas. Y también hay jeans flamantes que salen agujerados de fábrica para sumarse a la estética Trashion. Es paradójico pero a esta altura supongo que la basura prefabricada debe tener más éxito que la real.
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Creí que juntar basura se denominaba "síndrome de Diógenes", pero los pijos "trashion" a la mierda que tira la burguesía. +
Esta práctica es muy común en ciudades como Roma. Allí es normal, pero aquí te tachan de guarro. +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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