¿De gusano a crisálida? Justo al contrario. Antes, su aspecto de desaliñado niño bien le distinguía entre el ejercito de clones que impera en el mundo de la moda. Ahora, abducido por la uniformidad, habrá que ver si pierde también el puesto en el podio de los unanimemente adorados.
Marc Jacobs encantado con su nueva geografía.
Con su pinta de universitario yankie, con sus tenis, con sus jerseys de cuello a la caja y sus pantalones chinos, con su melena apta para toda la familia y sus gafas cuadradas. Nadie podía presagiar un desenlace tan terrible. Cómo se puede abandonar ese aire grunge bohemio intelectual y convertirse en una 'musculoca' más.
Antes resultaba posible imaginarle montando en bici por Berkeley y ahora sólo le puedes visualizar subido a una carroza bajo una lluvia de confetti el día del Orgullo Gay. Las malas lenguas achacan el cambio a su ingreso en una clínica de rehabilitación la pasada primavera, tras romper con un novio que le chuleaba aireando sus intimidades en cualquier revista de ambiente. Pero la evidencia apunta a un buen cirujano como artífice del corte de patrón al que parece haberse sometido el costurero más aclamado por las pijas neoyorkinas.
Mar Jacobs antes de su transformación
El pelo rapado como un marine, el torso-tableta de chocolate, el culo lamido, un brillante en cada oreja, la camisa con tres o cuatro botones desabrochados, marcando morrito y con la mirada penetrante, provoca tanta grima que logra bajar la libido consumista hasta de sus clientas más entregadas. Ahora ya no se sabe si el que firma la camiseta es uno de los gemelos Caten -diseñadores de Dsquare- o el chico que toda mamá querría tener de yerno.
La envidia, que siempre es mala consejera pero en el universo de la moda, más, parece haber triunfado. Ya se sabe que el bien sólo gana en las películas. Marc Jacobs ha mutado. No es necesario disfrazarse para militar. Él nunca ocultó su sexualidad. La voracidad de la industria textil ha fagocitado a la estrella. La historia se repite. Marc, libérate de ese cuerpo y vuelve a casa, aunque haya pasado la Navidad.
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