Jerusalén.- Mientras los dirigentes israelíes y palestinos se disponen a partir hacia Annapolis (EEUU), los habitantes de las aldeas y barrios árabes de Jerusalén viven con incertidumbre los resultados que pudieran salir de ese encuentro.
Policías israelíes de la Unidad de Fronteras patrullan por la Ciudad Vieja de Jerusalén, hoy viernes 23 de noviembre.
El primer ministro israelí, Ehud Olmert, ha reiterado su intención de negociar con los palestinos después de la conferencia todas las cuestiones fundamentales relativas al conflicto, entre ellas la división de Jerusalén.
Los palestinos aspiran a establecer en Jerusalén la capital de su futuro Estado y la mayor parte de la comunidad internacional no reconoce de forma oficial la soberanía israelí sobre la parte oriental de la ciudad, que Israel ocupó en 1967.
Pese a que de momento no es materia de negociación, el temor a la división de Jerusalén ya ha comenzado a calar entre sus habitantes. Así, unos 3.000 palestinos de la zona oriental han solicitado la ciudadanía israelí en los últimos cuatro meses, según datos del Ministerio del Interior.
Hussein Ahmad, un taxista residente en el Monte de los Olivos, dice que una eventual "división política" de Jerusalén le provoca inseguridad: "se trata de una cuestión muy difícil, porque como palestino deseo un Estado real, todos soñamos con nuestra capital en el futuro".
"Pero -prosigue- si Jerusalén queda bajo jurisdicción de una Autoridad Nacional Palestina (ANP) como es ahora, es decir, como si viviera en las condiciones de Ramala, entonces prefiero quedarme del lado israelí".
Por su parte, Muhamad, vecino del barrio Ras el Amud, desde el que se divisa la mezquita de Al Aksa y el santuario de Omar, se muestra reacio a cualquier resquicio de soberanía israelí en el futuro.
"Como palestino tengo claro que deseo mi capital aquí y no me preocupa todo lo que ello conlleve", afirma mientras atiende a unos clientes en la frutería donde trabaja.
Más de una veintena de aldeas y barrios palestinos forman la "Jerusalén Este" y fueron anexionados al resto de la ciudad por Israel tras la Guerra de los Seis Días de 1967.
Con esta medida, Israel amplió en 70 kilómetros cuadrados el perímetro municipal de Jerusalén, en la que residen actualmente unos 230.000 palestinos y 420.000 judíos.
Unos 200.000 judíos viven en los barrios construidos en las zonas ocupadas del municipio.
"Sin embargo, después del 67 no se ha construido ningún barrio árabe", explica Khaled Abu Toameh, corresponsal de asuntos palestinos del diario "The Jerusalem Post".
A pesar de este hecho, de las deficitarias infraestructuras y los precarios servicios municipales en estos barrios, son numerosos los que no desean que se produzcan cambios en el estatus de Jerusalén.
"La opinión de la gente es difícil de cambiar; está acostumbrada a un nivel de vida", refiere Zoher Naser Din, un pediatra que ejerce en un ambulatorio israelí de la aldea de Ras el Amud.
A pesar de no ser israelíes, la mayoría de los palestinos vecinos de Jerusalén acceden a servicios sociales, médicos y municipales israelíes y tienen libertad de movimiento en Israel, un privilegio del que no disfrutan sus hermanos de Cisjordania.
Convencido de que "es imposible dividir la ciudad", este palestino, que estudió medicina en la Universidad Complutense de Madrid, descarta en un tosco castellano soluciones como que dos jerarquías, una israelí y otra palestina, rijan la ciudad conjuntamente.
Para dividir la ciudad, el Parlamento israelí (Kneset) deberá revertir una Ley de Anexión que aprobó en 1980, que declaraba "Jerusalén, la capital eterna e indivisible de Israel".
Desde entonces, barrios como Beit Tzafafa -atrapado en la zona occidental de la ciudad-, Ras el Amud, Wadi Hilue, Beit Hanina o el campo de refugiados de Shuafat quedaron bajo soberanía israelí.
La semana pasada, la Kneset aprobó en lectura preliminar una propuesta de ley para que cualquier cambio en el estatus de Jerusalén requiera una mayoría de dos tercios de la Cámara: 80 diputados, en lugar de los 61 de una mayoría simple.
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