De Claudio Tolcachir. Con: Araceli Dvoskin, Miram Odorico, Inda Lavalle, Tamara Kiper, Lautaro Perotti, Diego Faturos, Gonzalo Ruiz y Jorge Castaño.. Dirección: Claudio Tolcachir. Teatro Español, Madrid. 20 de octubre de 2009
La omisión de la familia Coleman.
Se inscribe este espectáculo en la corriente del teatro comunitario de resistencia que tantos grupos de teatro independiente, en garajes, almacenes o casas particulares, pusieron en práctica en los años siguientes al colapso económico y social de 2001, tiempos duros en los que se buscaba afanosamente una salida a la crisis social e identitaria que asoló la Argentina de la posdictadura.
El ambiente, pues, es el de un país empobrecido por la venalidad de unos gobernantes corruptos; el entorno inmediato el de la familia, como microcosmos opresivo, como lugar de la convivencia imposible donde se muestran ya todos los tics y todas la veleidades del poder y de la violencia socialmente organizada.
Pero no hay lugar para la evocación en esta pieza, como en El álbum familiar, de José Luis Alonso de Santos, ni para el recuerdo o la nostalgia, como en Nunca estuviste tan adorable, de Javier Daulte, por poner un par de ejemplos de obras que tienen también como trasfondo el tema de la familia; no hay posibilidad ninguna de huida en el tiempo ni escapatoria posible del dominio de la más estricta cotidianidad en la que se debaten, sin esperanza, los personajes. En un presente absolutizado, sin el cortafuegos de la ilusión, de una supuesta realidad mimética en la que se diluya el impacto del crudo y desangelado panorama que el montaje pone al descubierto, asistimos al desmembramiento de una familia, desmembramiento que corre parejo con la desintegración de las identidades individuales de sus miembros sometidos a las tensiones y escaramuzas que cada uno de ellos libra día a día consigo mismo o con quienes le rodean para combatir aquello que coarta su libertad, para neutralizar aquello que entorpece la realización de sus sueños, o para conseguir una posición mas ventajosa desde la que plantear sus exigencias. Y todo ello en una situación límite, donde cada contrariedad, cada malentendido, por nimios que sean amenazan con desestabilizar y hacer saltar por los aires una situación que ya de por sí es casi insostenible.
Con estos mimbres Claudio Tolcachir construye un artefacto dramático ágil, dinámico, de un ritmo trepidante, con escenas chuscas y disparatadas de un humor acre y mordaz y con algunos momentos deslumbrantes, como los que se desarrollan durante la hospitalización de la abuela, y, desde luego, el súbito e inesperado desenlace, que nos deja a todos con un nudo en la garganta. En general el trabajo de actuación es notable; sobresalen, quizá, la patética imagen de desvalimiento que trasmite Marito (Lautaro Perotti), el patetismo de la desnortada Meme (Mirian Odorico) luchando a brazo partido por recomponer los escombros de su feminidad, y la muda impotencia de Verónica (espléndida Inda Lavalle) esforzándose infructuosamente por conservar sus lazos afectivos sin renunciar a su estatus; consigue enervarnos un poco cuando ejerce de buena samaritana pero nos conmueve su decisión, dolorosamente mantenida, de no exponer sus hijos a la influencia maléfica de una familia en descomposición.
Gordon Craig.
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