Reflexión sobre La Noche en Blanco

Este sábado vuelve La Noche en Blanco: los titulares de los periódicos, las cantidades de visitantes, las colas y las diferentes propuestas culturales que el ayuntamiento propone a los insomnes ciudadanos. Todo ello sumado a la oferta cultural de siempre. Diferentes espacios, como los museos, salas de exposiciones etc., deciden ampliar horarios y sumarse a esta iniciativa que comenzara en París y que poco a poco ha ido contagiando a otras capitales en el maratón por ser una auténtica Ciudad-Marca y obtener el merecido prestigio que sólo este tipo de iniciativas, o unas olimpiadas, son capaces de promover.

Escena de La Naranja Mecánica

Madrid en ese día deja de ser una urbe atestada de coches, zanjas, grúas, putas, vagabundos, repartidores, guiris, borrachos, estudiantes, estudiantes borrachos, comerciantes de barrio de siempre y comerciantes más cool, propios de los barrios en “recuperación”; para pasar a ser una marca de prestigio internacional, europeo, con el “regalo” como lema para este año, y que sin duda nos presentará sus últimos modelos y creaciones en materia de cultura; o más bien, como entendemos a ésta en los últimos años, como mero espectáculo. Ya lo decía Guy Debord en “La Sociedad del espectáculo”: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación.”

Veamos, la Noche en Blanco ofrece cultura, ¿cultura?, más bien una noche de ocio impuesto por el capital y sus empresas. Política cultural de escaparate, que sin aportar nada absolutamente interesante de verdad, queda muy bien en la portada de los periódicos y aporta valor en cuanto a que los extranjeros mencionen Madrid antes que Barcelona, cuando alguien les pregunta por España. A pesar de que cualquier día y noche del año haya en Madrid una oferta cultural bastante decente, las “autoridades autoritarias”, como diría Jesús López Pacheco en su maravillosa obra “El Homovil”, nos imponen a todos consumir cultura esa noche, propugnando el borreguismo y la falta de iniciativa y curiosidad cultural, que es lo que verdaderamente habría que fomentar. Me viene a la cabeza la escena de La Naranja Mecánica: todos con aparatos que nos sujetan los ojos abiertos para que miremos lo que quieren que miremos. Más que un éxito de la cultura, es un triunfo del marketing y la propaganda. Porque la implicación institucional de la cultura, no puede reducirse a un día al año, debería ser algo de compromiso constante y desinteresado. Habrá propuestas increíbles, sí, seguro. Pero también las hay otras noches y no están anunciadas a bombo y platillo.

Por masquecine