La maldición de Bela Guttman

Corría el año 1962 cuando una losa gigante cayó sobre el Benfica. Acababa de proclamarse campeón de Europa, por segundo año consecutivo, gracias a la calidad de Eusebio y la sabiduría de su entrenador; Bela Guttman; que poco después fue despedido por desavenencias con la directiva. Se marchó diciendo que el Benfica nunca más ganaría un título europeo. La frase se convirtió en epitafio ya que los portugueses han perdido las seis finales que han disputado. Es la maldición más grande que aún pesa sobre un club histórico.

“Sin mí, el Benfica no volverá a ganar una final europea”. Con esta sentencia de muerte se despidió Bela Guttman (Hungría, 1900) del Benfica tras ganar dos Copas de Europa consecutivas, frente al Barça (1961) y Real Madrid (1962). En su día nadie le creyó, porque las ‘aguilas’ de Eusebio eran el mejor equipo del Viejo Continente y practicaban un fútbol sin parangón, pero la cita adoptó tintes malditos cuando el club lisboeta se preparaba para afrontar su sexta y última final europea desde aquellos maravillosos años. Tras perder en todas ellas una delegación portuguesa, encabezada por Eusebio, visitó la tumba de Bela Guttman, en Viena, para hacerle una ofrenda floral y rezarle para que eliminara el maleficio de cara al choque que le enfrentaban al Milán de Arrigo Sacchi en el Praterstadion de la capital austriaca. Un solitario gol de Rijkaard dio la Copa de Europa al Milán en la última comparecencia del Benfica en una final europea (1990). Fue su sexta derrota desde el 5-3 que le endosó al Madrid de Di Stefano en 1962. Ahí, en pleno éxtasis, el club tomó la decisión más importante y dramática de su vida: prescindir de Guttman.

Bela Guttman nació en Hungría, pero su condición de judío le obligó a emigrar a Viena en 1921. Allí comenzó entrenando al Hakoah, un club que se convirtió en la referencia del país pero que siempre despertó reticencias por ser un grupo eminentemente judío. A continuación dirigió al Enschede, antes de ganar el campeonato húngaro con el Ujpest o entrenar a las principales estrellas del país; como Puskas, Czibor o Kocsis; en el Kispest. En 1957 ganó el campeonato Paulista con el Sao Paulo y un año después hizo lo propio con el Oporto en Portugal. En aquel país, y ya como entrenador del Benfica, se cimentó la leyenda Guttman, que hoy muchos recuerdan como una maldición.

Aconsejado por su amigo José Bauer, con el que había coincidido en el Sao Paulo, siguió la pista a un joven mozambiqueño, llamado Eusebio, que poco después fichó por el Benfica y se convirtió en el mejor futbolista portugués de todos los tiempos. Ganó dos Copas de Europa junto al sabio Guttman; que perfeccionó el 1-4-2-4 de la selección húngara; y lamentó su ausencia como nadie.

Siempre dijo que, para los entrenadores, el tercer año era el más duro por lo que, tras ganar dos Copas de Europa, pidió un aumento de sueldo que el Benfica se negó a concederle. Estas desavenencias provocaron su destitución y la sequía en Europa de uno de los mejores equipos de toda la historia. Nadie hizo caso a Guttman cuando dijo que, a partir de ese momento, el Benfica “nunca jamás levantaría una copa europea”. Y los astros se aliaron con él justo al año siguiente, cuando el Milán de Gianni Rivera, Cesare Maldini, Giovanni Trapattoni y José Altafini le ganó 2-1 en Wembley. Dos años después (1965), cayeron ante un Inter muy inferior, pero que salió beneficiado por las lluvias torrenciales que cayeron aquella fría noche de Milán. El Benfica no pudo desarrollar su juego preciosista y perdió por un gol a cero. En 1968 volvió a claudicar en Wembley (ya maldito) frente al Manchester United y en 1988 en Stuttgart contra el PSV, justo cinco años después de caer en la final de la UEFA contra el Anderlech de Eriksson. Por aquella época volvía a rechinar en los oídos de ‘las águilas’ esa sentencia que dijo Bela Guttman. Provocó la muerte en vida de un club que quiere volver a reinar en Europa. Para conseguirlo, muchos aficionados de las ‘águilas’ siguen yendo a rezar a la tumba donde descansa uno de los mejores entrenadores de toda la historia. Con Quique Sánchez Flores tampoco levantó su condena. ¡La maldición continúa!